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Si, a pesar de todo, os veis obligados a padecer por la justicia ¡dichosos vosotros!. No temáis sus amenazas, ni os turbéis. (I Pedro 3, 14)
agua que presagiaba el bautismo, que ahora os salva a vosotros, no mediante la purificación de la inmundicia corporal sino mediante la súplica hecha a Dios por una conciencia buena la cual recibe su eficacia de la resurrección de Jesucristo, (I Pedro 3, 21)
Por eso, si Cristo sufrió en su carne mortal, haceos la cuenta de que también vosotros tenéis que sufrir, el que está dispuesto a sufrir en su carne ha roto con el pecado. (I Pedro 4, 1)
al contrario, alegraos de participar en los sufrimientos de Cristo, para que, asimismo, os podáis alegrar gozosos el día en que se manifieste su gloria. (I Pedro 4, 13)
Dichosos vosotros, si sois ultrajados en nombre de Cristo, pues el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios alienta en vosotros. (I Pedro 4, 14)
Que ninguno de vosotros tenga que sufrir por ser homicida, ladrón, malhechor o por mezclarse en asuntos ajenos (I Pedro 4, 15)
Pues ha llegado el tiempo de comenzar el juicio de Dios por el pueblo de Dios. Y si el juicio empieza por nosotros, ¿cuál será el fin que aguarda a los que se han mostrado rebeldes al evangelio de Dios?. (I Pedro 4, 17)
A los presbíteros que hay entre vosotros los exhorto yo, presbítero también, testigo de los sufrimientos de Cristo y participante en la gloria que habrá de manifestarse en el futuro: (I Pedro 5, 1)
De igual manera vosotros, jóvenes, vivid sumisos a los ancianos. Revestíos todos mutuamente de humildad, como servidores unos de los otros; porque Dios se enfrenta a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. (I Pedro 5, 5)
Descargad sobre él todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. (I Pedro 5, 7)
Por medio de Silvano, a quien tengo por un fiel hermano vuestro, os he escrito estas pocas palabras para exhortaros y aseguraros que la gracia de Dios, en la cual vosotros os mantenéis firmes, es la verdadera (I Pedro 5, 12)
Os saluda la iglesia de Babilonia, elegida por Dios lo mismo que vosotros y Marcos, mi hijo. (I Pedro 5, 13)