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  • Se alimentan del pecado de mi pueblo, están hambrientos de su iniquidad. (Oseas 4, 8)

  • Aman los sacrificios; ¡pues que los ofrezcan! Aman la carne; ¡que la coman! El Señor no se complace en ellos; ahora recordará su iniquidad, castigará su pecado y ellos volverán a Egipto. (Oseas 8, 13)

  • Desde los días de Guibeá has pecado, Israel. ¡No han cambiado! ¿No alcanzará la guerra en Guibeá a estos malvados? (Oseas 10, 9)

  • La culpa de Efraín está cerrada en lugar seguro, su pecado está bien guardado. (Oseas 13, 12)

  • Los que juran por el pecado de Samaría, los que dicen: "¡Vive tu Dios, Dan!" y "¡Vive el camino de Berseba!" caerán y no se levantarán más. (Amós 8, 14)

  • Todo esto por la rebeldía de Jacob, por los pecados de la casa de Israel. ¿Cuál es la rebeldía de Jacob? ¿No es acaso Samaría? ¿Cuál es el pecado de Judá? ¿No es acaso Jerusalén? (Miqueas 1, 5)

  • Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza, gracias al espíritu del Señor, de justicia y de fortaleza, para anunciar a Jacob su delito y a Israel su pecado. (Miqueas 3, 8)

  • ¿Aceptará el Señor miles de carneros y millones de ríos de aceite? ¿Ofreceré mi primogénito por mi delito, el fruto de mis entrañas por mi propio pecado? (Miqueas 6, 7)

  • Soportaré la ira del Señor, ya que he pecado contra él, hasta que él juzgue mi causa y establezca mi derecho. Él me sacará a la luz, y yo contemplaré su justicia. (Miqueas 7, 9)

  • ¿Qué Dios hay como tú, que quite el pecado y perdone la culpa al resto de tu herencia? No mantendrá su cólera por siempre, porque ama la misericordia. (Miqueas 7, 18)

  • Yo infundiré angustias a los hombres, y ellos caminarán como ciegos, porque han pecado contra el Señor; su sangre será derramada como polvo, y su carne tirada como excremento. (Sofonías 1, 17)

  • Pues ahí está la piedra que he puesto ante Josué: sobre esta única piedra hay siete ojos; yo mismo grabaré su inscripción, palabra del Señor todopoderoso, y borraré el pecado de la tierra en un solo día. (Zacarías 3, 9)


“É doce o viver e o penar para trazer benefícios aos irmãos e para tantas almas que, vertiginosamente, desejam se justificar no mal, a despeito do Bem Supremo.” São Padre Pio de Pietrelcina