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  • ¿Qué dioses de esos pueblos destruidos por mis padres pudieron librar a su pueblo de mi poder? ¿Podría, por tanto, vuestro Dios libraros a vosotros de mi poder? (II Crónicas 32, 14)

  • Senaquerib escribió esta carta, en la que desafiaba al Señor, Dios de Israel: "De la misma manera que los dioses de los pueblos de la tierra no pudieron librarlos de mi poder, tampoco el Dios de Ezequías podrá librar a su pueblo de mi poder". (II Crónicas 32, 17)

  • Los reseñados a continuación son los que regresaron de Tel-Mélaj, Tel-Jarsá, Querub, Adán e Imer, y que no pudieron demostrar que su familia y su estirpe eran de origen israelita: (Esdras 2, 59)

  • Los reseñados a continuación son los que regresaron de Tel-Mélaj, Tel-Jarsá, Querub, Addón e Imer, y no pudieron demostrar que su familia y su estirpe eran de origen israelita: (Nehemías 7, 61)

  • Algunos de los que le acompañaban fueron luego a poner señales para acordarse del camino, y no pudieron encontrarlo. (II Macabeos 2, 6)

  • No pudieron encontrar allí a Timoteo, pues se había ido de aquel lugar sin haber decidido nada, dejando en él una guarnición bien fortificada. (II Macabeos 12, 18)

  • Sucedió en tiempo de Acaz, hijo de Jotán, hijo de Ozías, rey de Judá, que Rasín, rey de Siria, y Pécaj, hijo de Romelías, rey de Israel, atacaron a Jerusalén con ánimo de expugnarla, pero no pudieron apoderarse de ella. (Isaías 7, 1)

  • ¿Pudieron acaso los dioses salvar a aquellas naciones aniquiladas por mis padres: a Gozán, Jarán, Résef y los edenitas de Telasar? (Isaías 37, 12)

  • Y no pudieron responderle. (Lucas 14, 6)

  • No pudieron cazarlo en ninguna de sus palabras en presencia del pueblo y, maravillados de su respuesta, se callaron. (Lucas 20, 26)

  • Vemos, pues, que ellos no pudieron entrar a causa de su incredulidad. (Hebreos 3, 19)

  • Nuestros padres nos educaron lo mejor que pudieron para un tiempo limitado, mientras que Dios lo hace para nuestro verdadero provecho, para comunicarnos su propia santidad. (Hebreos 12, 10)


“Pode-se manter a paz de espírito mesmo no meio das tempestades da vida”. São Padre Pio de Pietrelcina