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  • Cuando los reyes aliados de Hadadézer se vieron derrotados por Israel, firmaron la paz con Israel y le quedaron sometidos. Y en adelante los sirios no se atrevieron a volver a ayudar a los amonitas. (II Samuel 10, 19)

  • Un carro por seiscientas monedas de plata, y un caballo por ciento cincuenta. Por el mismo precio los mercaderes se lo vendían también a los reyes hititas y sirios. (I Reyes 10, 29)

  • Se le juntaron unos desalmados y él se hizo jefe de la banda, mientras David derrotaba a los sirios; se apoderó de Damasco y se estableció allí como rey; (I Reyes 11, 24)

  • Cada uno mató al que se le puso delante. Los sirios se dieron a la fuga, perseguidos por los israelitas, y Ben Hadad, rey de Siria, logró salvarse a caballo con algunos jinetes. (I Reyes 20, 20)

  • Salió también el rey de Israel y se apoderó de caballos y de carros, asestando un recio golpe a los sirios. (I Reyes 20, 21)

  • Al cabo de un año Ben Hadad pasó revista a los sirios y fue a Afec a luchar contra Israel. (I Reyes 20, 26)

  • También los israelitas fueron revistados, y salieron a su encuentro. Los israelitas acamparon frente a ellos como dos hatillos de cabras, mientras los sirios llenaban el país. (I Reyes 20, 27)

  • Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros. Al séptimo día se entabló la batalla, y los israelitas mataron en un solo día cien mil infantes de los sirios. (I Reyes 20, 29)

  • Pero arreció tanto la lucha aquel día, que el rey de Israel siguió firme en su carro frente a los sirios y murió al atardecer: la sangre de la herida cayó al fondo del carro. (I Reyes 22, 35)

  • En una de sus incursiones, los sirios se llevaron de la tierra de Israel a una muchacha que fue a parar al servicio de la mujer de Naamán. (II Reyes 5, 2)

  • Pero el hombre de Dios mandó a decir al rey de Israel: "No pases por tal lugar, porque los sirios están allí emboscados". (II Reyes 6, 9)

  • Y cuando los sirios bajaban contra él, Eliseo oró al Señor de esta manera: "Ciega a esa gente". Y el Señor los dejó ciegos, como había pedido Eliseo. (II Reyes 6, 18)


“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina