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  • pues los sueños terroríficos les habían advertido ya, para que no pereciesen sin conocer por qué sufrían aquellos males. (Sabiduría 18, 19)

  • Vanas y engañosas son las esperanzas del insensato; los sueños dan alas a los tontos. (Eclesiástico 34, 1)

  • Como quien intenta apresar la sombra y perseguir el viento, así es el que se apoya en sueños. (Eclesiástico 34, 2)

  • Como imagen en un espejo, así son los sueños; frente a un rostro, la reproducción de este rostro. (Eclesiástico 34, 3)

  • Adivinaciones, augurios y sueños son cosas vanas; puras fantasías, como las de mujer en parto. (Eclesiástico 34, 5)

  • Porque a muchos engañaron los sueños, y cayeron los que esperaban en ellos. (Eclesiástico 34, 7)

  • Ni hubo hombre semejante a José, jefe de sus hermanos, apoyo del pueblo, cuyos huesos fueron tratados con respeto. (Eclesiástico 49, 15)

  • Con los sueños que se cuentan unos a otros tratan de hacer que mi pueblo se olvide de mi nombre, como sus padres se olvidaron de mi nombre por Baal. (Jeremías 23, 27)

  • Me levanto contra los profetas que profetizan sueños mentirosos -dice el Señor- y, contándolos, desorientan a mi pueblo con sus mentiras y sus extravagancias. Yo no los he enviado ni les he confiado mis órdenes, y ellos no sirven de nada a este pueblo -dice el Señor-. (Jeremías 23, 32)

  • Porque esto dice el Señor todopoderoso, Dios de Israel: No os dejéis engañar por los profetas que están entre vosotros, ni por vuestros adivinos; no hagáis caso de los sueños que os cuentan, (Jeremías 29, 8)

  • "Y tú, hijo de hombre, toma un trozo de madera y escribe en él: Judá y los israelitas asociados con ella. Toma luego otro trozo y escribe: José, leño de Efraín, y toda la casa de Israel asociada con él. (Ezequiel 37, 16)

  • les responderás: Esto dice el Señor Dios: Voy a tomar la vara de José, que está en la mano de Efraín y de las tribus de Israel que están con él, y la voy a unir con la vara de Judá, de forma que, unidas en mi mano, sean una sola cosa. (Ezequiel 37, 19)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina