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  • Además, desde el día en que el rey me hizo gobernador del país de Judá, desde el año veinte hasta el treinta y dos del rey Artajerjes, es decir, durante doce años, ni yo ni mis hermanos comimos de la provisión debida al gobernador; (Nehemías 5, 14)

  • de Senaá, tres mil novecientos treinta. (Nehemías 7, 38)

  • Porteros: de Salún, de Ater, de Talmón, de Acub, de Jatitá, de Sobay: ciento treinta y ocho. (Nehemías 7, 45)

  • sin contar sus esclavos y esclavas, que eran siete mil trescientos treinta y siete, más doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras. (Nehemías 7, 67)

  • Tenían, además, setecientos treinta y seis caballos, doscientos cuarenta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte asnos. (Nehemías 7, 68)

  • Algunos de los cabezas de familia hicieron donativos para la obra. El gobernador dio al tesoro mil dracmas de oro, cincuenta copas y treinta túnicas sacerdotales. (Nehemías 7, 69)

  • Cuando ocurría todo esto no estaba yo en Jerusalén, porque el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, regresé a la corte. Al cabo de algún tiempo pedí de nuevo un permiso al rey (Nehemías 13, 6)

  • Éste amuralló Ecbatana con piedra tallada de metro y medio de anchura y tres de longitud. La muralla tenía treinta y cinco metros de alta y veinticinco de ancha. (Judit 1, 2)

  • Las puertas, de treinta y cinco metros de altas y veinte de anchas, permitían la salida de las fuerzas y el desfile de la infantería. (Judit 1, 4)

  • El ejército asirio, la infantería, los carros y la caballería los tuvieron cercados durante treinta y cuatro días. Las reservas de agua llegaron a faltar a los habitantes de Betulia. (Judit 7, 20)

  • El pueblo estuvo saqueando el campamento durante treinta días. A Judit le entregaron la tienda de Holofernes, todos sus objetos de plata, su dormitorio, su vajilla y todo su ajuar. Ella lo tomó, preparó las mulas, enganchó los carros y lo cargó todo. (Judit 15, 11)

  • "Todos los servidores del rey y el pueblo de las provincias saben que cualquiera, hombre o mujer, que entre en el vestíbulo interno, sin haber sido llamado, cae bajo la ley inexorable que lo condena a muerte, a no ser que el rey, tendiendo hacia él su cetro de oro, le conceda la gracia de la vida. Hace ya treinta días que no me ha llamado". (Ester 4, 11)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina