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Yavé, el Santo, se ha arremangado su brazo a la vista de las naciones, y han visto, hasta los extremos del mundo, la salvación de nuestro Dios. (Isaías 52, 10)
Fue detenido, enjuiciado y eliminado ¿y quién ha pensado en su suerte? Pues ha sido arrancado del mundo de los vivos y herido de muerte por los crímenes de su pueblo. (Isaías 53, 8)
Al ruido de la caballería y de los arqueros todo el mundo ha huido, escondiéndose en los bosques o trepando por las rocas. Los habitantes dejan sus ciudades, sin que nadie quede en ellas. (Jeremías 4, 29)
El hizo la tierra con su poder, estableció el mundo con su sabiduría y con su inteligencia extendió los cielos. (Jeremías 10, 12)
Y tú les comunicarás todas estas cosas y les dirás: Ruge Yavé desde lo alto, y grita desde su santa morada. Ruge con fuerza contra su corral y lanza gritos como los que pisan la uva en el lagar. A todos los habitantes de la tierra, hasta el fin del mundo, ha llegado el eco de su voz. (Jeremías 25, 30)
Miren cómo los traigo del país del norte, y cómo los junto de los extremos del mundo. Están todos, ciegos y cojos, mujeres encinta y con hijos, y forman una multitud que vuelve para acá. (Jeremías 31, 8)
Y Jerusalén será para mí motivo de alegría, de honor y de gloria ante todas las naciones de la tierra. El mundo entero, al oír todo el bien que voy a hacer a los míos, se asustará y temblará de tanta felicidad y paz que les concederé. (Jeremías 33, 9)
al provocarme con las cosas que hacen sus manos o quemando incienso a dioses extranjeros en este suelo de Egipto a donde se han venido a instalar. Así cooperan ustedes mismos a su propia ruina y hacen que todo el mundo los maldiga y se ría de ustedes. (Jeremías 44, 8)
En las terrazas de Moab y en sus calles, todo el mundo se lamenta, porque he hecho pedazos a Moab como un cántaro que no sirve, dice Yavé. (Jeremías 48, 38)
Pero su Redentor es poderoso, su nombre es Yavé de los Ejércitos. El ha tomado la defensa de su causa; dará paz al mundo, pero hará temblar a los habitantes de Babilonia. (Jeremías 50, 34)
Miren ese pueblo que viene del norte, es una gran nación, sus reyes poderosos se levantan desde los confines del mundo. (Jeremías 50, 41)
Babilonia era una copa de oro en manos de Yavé que embriagó al mundo entero, ya que todas las naciones tomaron vino en ella y perdieron la razón. (Jeremías 51, 7)