Fundar 342 Resultados para: Plata

  • sacó a su pueblo cargado de oro y plata, y nadie desfalleció entre sus tribus: (Salmos 105, 37)

  • Los ídolos, en cambio, son plata y oro, obra de las manos de los hombres. (Salmos 115, 4)

  • Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata. (Salmos 119, 72)

  • Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de las manos de los hombres: (Salmos 135, 15)

  • Tomó también la plata, el oro, los objetos de valor y todos los tesoros que encontró escondidos. (I Macabeos 1, 23)

  • Sé el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Así tú y tus hijos, serán contados entre los Amigos del rey y gratificados con plata, oro y numerosos regalos". (I Macabeos 2, 18)

  • Al enterarse de su llegada, los mercaderes de la región se presentaron en el campamento con mucha plata y oro, y provistos también de cadenas para llevar como esclavos a los israelitas. A ellos se sumó un contingente de Siria y del país de los filisteos. (I Macabeos 3, 41)

  • Judas volvió entonces al campamento para saquearlo, y recogieron gran cantidad de oro y plata, telas de púrpura violeta y de púrpura marina, y muchas otras riquezas. (I Macabeos 4, 23)

  • Mientras tanto, el rey Antíoco recorría las provincias de la meseta. Allí se enteró de que en Persia había una ciudad llamada Elimaida, célebre por sus riquezas, su plata y su oro. (I Macabeos 6, 1)

  • Pero ahora caigo en la cuenta de los males que causé en Jerusalén, cuando robé los objetos de plata y oro que había allí y mandé exterminar sin motivo a los habitantes de Judá. (I Macabeos 6, 12)

  • como así también todo lo que habían hecho en la región de España, para adueñarse de las minas de plata y de oro que hay allí, (I Macabeos 8, 3)

  • Por mi parte, daré cada año quince mil siclos de plata, que se tomarán de los ingresos del rey en los lugares apropiados. (I Macabeos 10, 40)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina