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  • Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. (I Corintios 12, 11)

  • Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? (I Corintios 12, 17)

  • Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? (I Corintios 12, 19)

  • En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. (I Corintios 12, 28)

  • ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas? (I Corintios 12, 30)

  • Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía. (I Corintios 12, 31)

  • Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. (I Corintios 13, 2)

  • El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; (I Corintios 13, 8)

  • Procuren alcanzar ese amor, y aspiren también a los dones espirituales, sobre todo al de profecía. (I Corintios 14, 1)

  • Mi deseo es que todos ustedes tengan el don de lenguas, pero prefiero que profeticen, porque el que profetiza aventaja al que habla un lenguaje incomprensible. A no ser que este último también interprete ese lenguaje, para edificación de la comunidad. (I Corintios 14, 5)

  • Así, ya que ustedes ambicionan tanto los dones espirituales, procuren abundar en aquellos que sirven para edificación de la comunidad. (I Corintios 14, 12)

  • Por esta razón, el que habla un lenguaje incomprensible debe orar pidiendo el don de interpretarlo. (I Corintios 14, 13)


“Todas as graças que pedimos no nome de Jesus são concedidas pelo Pai eterno.” São Padre Pio de Pietrelcina