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  • Cuando Judá subió, el Señor puso en sus manos a los cananeos y a los perizitas, y derrotaron en Bézec a diez mil hombres. (Jueces 1, 4)

  • Y mientras el Ángel del Señor dirigía estas palabras a los israelitas, el pueblo se puso a llorar a gritos. (Jueces 2, 4)

  • Por eso, la ira del Señor se encendió contra Israel: él los puso en manos de salteadores, que los despojaron; los entregó a los enemigos que tenían a su alrededor, y no pudieron oponerles resistencia. (Jueces 2, 14)

  • Gedeón fue a cocinar un cabrito y preparó unos panes sin levadura con una medida de harina. Luego puso la carne en una canasta y el caldo en una olla; los llevó debajo de la encina y se los presentó. (Jueces 6, 19)

  • Por eso, proclama a oídos del pueblo: ‘El que tenga miedo o tiemble, que se vuelva’". Así Gedeón los puso a prueba, y veintidós mil hombres se volvieron, quedando sólo diez mil. (Jueces 7, 3)

  • Dios puso en manos de ustedes a los jefes de Madián, Oreb y Zeeb. Comparado con esto, ¿qué he logrado hacer yo?". Después que les dijo estas palabras, se calmó su animosidad contra él. (Jueces 8, 3)

  • La concubina que tenía en Siquém también le dio un hijo, a quien puso el nombre de Abimélec. (Jueces 8, 31)

  • Cuando le llevaron la noticia a Jotám, este se puso en la cima del monte Garizím, y gritó con voz potente: "Escúchenme, señores de Siquém, y que Dios los escuche a ustedes: (Jueces 9, 7)

  • Abimélec salió durante la noche con toda su gente y se puso al acecho cerca de Siquém, con su tropa dividida en cuatro grupos. (Jueces 9, 34)

  • Al día siguiente, la gente de Siquém se puso en campaña. Cuando Abimélec recibió la noticia, (Jueces 9, 42)

  • reunió sus tropas, las dividió en tres grupos y se puso al acecho en el campo. Al ver que la gente salía de la ciudad, irrumpió contra ellos y los derrotó. (Jueces 9, 43)

  • subió al monte Salmón con todas sus tropas; y tomando un hacha, cortó una rama de árbol, se la puso al hombro, y dijo a las tropas que lo acompañaban: "¡Apúrense! Hagan lo mismo que yo". (Jueces 9, 48)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina