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  • Estos son los jefes de las tribus de Israel: jefe de Rubén, Eliezer, hijo de Zicrí; de Simeón, Sefatías, hijo de Maacá; (I Crónicas 27, 16)

  • Yehoyadá, hijo de Benayas, y Abiatar sucedieron a Ajitófel. Joab era el jefe del ejército del rey. (I Crónicas 27, 34)

  • Constituyó a Abías, hijo de Maacá, como cabeza y jefe de todos sus hermanos, porque quería hacerlo rey. (II Crónicas 11, 22)

  • Ésta era la lista por familias. Jefes de millares por Judá: Adná, el jefe, con 300.000 soldados valerosos; (II Crónicas 17, 14)

  • bajo sus órdenes el jefe Yehojanán, con 280.000; (II Crónicas 17, 15)

  • Para los asuntos religiosos, ahí tenéis a Amarías, el sacerdote jefe; y para los asuntos civiles, a Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la casa de Judá. Y como secretarios, tenéis a los levitas. Ánimo y manos a la obra; el Señor estará siempre con el bueno". (II Crónicas 19, 11)

  • Entonces el rey llamó a Yehoyadá, sacerdote jefe, y le dijo: "¿Por qué no has tenido cuidado de que los levitas recojan en Judá y en Jerusalén la contribución impuesta por Moisés, siervo de Dios, a la asamblea de Israel para la tienda de la alianza? (II Crónicas 24, 6)

  • Azarías, el sacerdote jefe, y todos los sacerdotes se fijaron en él, vieron la lepra en su frente y se apresuraron a echarlo de allí, cuando él mismo salía ya precipitadamente, porque el Señor lo había castigado. (II Crónicas 26, 20)

  • Ciro, rey de Persia, le confió la tarea a Mitrídates, el tesorero, el cual se los entregó a Sesbasar, jefe de Judá. (Esdras 1, 8)

  • y los mandé al jefe Idó, en Casifías, y les indiqué lo que debían decirle a él y a sus hermanos, establecidos en Casifías: que nos mandaran ministros para el templo de nuestro Dios. (Esdras 8, 17)

  • A continuación trabajó Refayas, hijo de Jur, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén; (Nehemías 3, 9)

  • De la puerta del Muladar se encargó Malaquías, hijo de Recab, jefe del distrito de Bet Haqérem; él la construyó y colocó sus hojas, cerraduras y barras. (Nehemías 3, 14)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina