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Si este pueblo sube a ofrecer sacrificios en el templo del Señor, en Jerusalén, el corazón de esta gente se volverá a su señor, a Roboán, rey de Judá, y me matarán a mí, para tornar a Roboán, rey de Judá". (I Reyes 12, 27)
Se apoderó de los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Todo se lo llevó, incluso los escudos de oro que había hecho el rey Salomón. (I Reyes 14, 26)
Siempre que el rey iba al templo del Señor, la guardia los llevaba, y luego los volvía a poner en la sala de guardia. (I Reyes 14, 28)
Llevó al templo todas las ofrendas que él y su padre habían hecho al Señor: plata, oro y objetos varios. (I Reyes 15, 15)
Entonces Asá tomó la plata y el oro de los tesoros del templo del Señor y del palacio real, y por medio de sus servidores los envió a Ben Hadad, hijo de Tabrimón y nieto de Jezyón, rey de Siria, que tenía su residencia en Damasco, con este mensaje: (I Reyes 15, 18)
Levantó un altar a Baal en el templo de Baal que edificó en Samaría. (I Reyes 16, 32)
Salieron en primer lugar los asistentes de los jefes de las provincias. Ben Hadad envió a informarse y le dieron este parte: "Unos hombres han salido de Samaría". (I Reyes 20, 17)
Sólo pido que el Señor me perdone una cosa: cuando entre mi señor en el templo de Rimón y se apoye en mi brazo, para adorar allí, y yo me postre en el templo de Rimón mientras él se postra, que el Señor me lo perdone". (II Reyes 5, 18)
Jehú envió emisarios por todo Israel, y todos los adoradores de Baal se presentaron; ni uno solo dejó de venir; y entraron en el templo de Baal, que quedó lleno de punta a cabo. (II Reyes 10, 21)
Jehú y Jonadab, hijo de Recab, entraron en el templo de Baal; Jehú ordenó a los adoradores de Baal: "Registrad y mirad para que no haya aquí con vosotros ninguno de los adoradores del Señor, sino únicamente adoradores de Baal". (II Reyes 10, 23)
Y cuando el holocausto estuvo terminado, Jehú ordenó a la escolta y a los oficiales: "¡Entrad, matadlos! Que no escape ni uno". Y los pasaron a espada, y llegaron hasta el lugar más santo del templo de Baal. (II Reyes 10, 25)
destruyeron también la estatua de Baal y demolieron su templo, convirtiéndolo en un muladar hasta nuestros días. (II Reyes 10, 27)