Löydetty 400 Tulokset: Paz

  • De otra manera dirían en el país de donde los sacaste: «Yavé no fue capaz de llevarlos a la tierra que les había prometido; le dieron tanto asco que, después de sacarlos de Egipto, los hizo morir en el desierto.» (Deuteronomio 9, 28)

  • Cuando te acerques a una ciudad para sitiarla, le propondrás la paz. (Deuteronomio 20, 10)

  • Si no acepta la paz que tú le propones y te declara la guerra, la sitiarás. (Deuteronomio 20, 12)

  • En aquellas naciones no encontrarás paz ni estabilidad. Yavé te dará allí un corazón cobarde, atemorizado e inquieto de día y de noche. (Deuteronomio 28, 65)

  • El que fue capaz de decir a sus padres: «A ustedes no los conozco»; y no les hizo caso a sus hermanos e hijos. Están a cargo de tus palabras y cuidan de tu Alianza. (Deuteronomio 33, 9)

  • Adonisedec, rey de Jerusalén, supo que Josué había conquistado y arrasado a Hay, tratándola junto con su rey del mismo modo que trató a Jericó y a su rey. Supo también que los gabaonitas habían hecho la paz con los israelitas para poder vivir en medio de ellos. (Josué 10, 1)

  • Yavé les dio paz con todas las naciones vecinas y ninguno de sus enemigos fue capaz de resistirles. Yavé los entregó a todos ellos en manos de Israel. (Josué 21, 44)

  • Por lo tanto, ya que Yavé, según su promesa, les ha dado reposo y paz a sus hermanos, vuélvanse y regresen a sus casas, a la tierra que les entregó Moisés al este del Jordán. (Josué 22, 4)

  • Mucho tiempo había transcurrido desde que Yavé dio paz a Israel en todas sus fronteras. (Josué 23, 1)

  • El país tuvo paz por espacio de cuarenta años. Luego murió Otoniel, hijo de Quenaz. (Jueces 3, 11)

  • Allí se refugió Sísara, y llegó corriendo a la tienda de campaña de Yael, esposa de Heber, el quenita; pues había paz entre las tribus quenitas y los cananeos de Yabín, rey de Jasor. (Jueces 4, 17)

  • Así perezcan todos tus enemigos, oh Yavé, y sean tus amigos como sol en todo su fulgor. Y el país tuvo paz durante cuarenta años. (Jueces 5, 31)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina