Löydetty 448 Tulokset: Primer Libro de Samuel

  • Samuel tomó a Saúl y a su muchacho, los invitó a entrar en la sala y los hizo sentarse en la cabecera de la mesa, donde había treinta personas. (1 Samuel 9, 22)

  • Después Samuel dijo al cocinero: «Sirve la presa que yo te dije que la pusieras aparte.» (1 Samuel 9, 23)

  • El cocinero tomó el pernil con la cola y lo puso delante de Saúl, diciéndole: «Esto fue especialmente reservado para ti; sírvetelo.» Aquel día Saúl comió con Samuel. (1 Samuel 9, 24)

  • Cuando amaneció, Samuel llamó a Saúl y le dijo: «Levántate, que voy a despedirte.» Se levantó Saúl y salieron los dos fuera. (1 Samuel 9, 26)

  • Habían bajado hasta las afueras de la ciudad cuando Samuel dijo a Saúl: «Dile a tu muchacho que siga caminando; tú, en cambio, detente aquí, pues tengo que comunicarte un recado de parte de Dios.» (1 Samuel 9, 27)

  • Entonces Samuel tomó la alcuza de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl y después lo besó diciendo: «Yavé es quien te ha ungido como jefe de Israel. Tú dirigirás al pueblo de Yavé y lo librarás de los enemigos que lo rodean. Y ésta será para ti la señal de que el mismo Yavé te ha ungido. (1 Samuel 10, 1)

  • Apenas Saúl se alejó de Samuel, Dios le cambió el corazón y todas las señales se realizaron ese mismo día. (1 Samuel 10, 9)

  • El tío de Saúl les preguntó a él y a su mozo a dónde habían ido; a lo que ellos respondieron: «Andábamos buscando las burras, pero como no las encontramos por ningún lado, fuimos a ver a Samuel.» (1 Samuel 10, 14)

  • Y como su tío le pidiese que le contara lo que le había dicho Samuel, él le replicó: (1 Samuel 10, 15)

  • «Sencillamente nos dijo que las burras habían aparecido.» Pero no le contó absolutamente nada de lo que le había dicho Samuel acerca del reino. (1 Samuel 10, 16)

  • Después de esto, Samuel convocó al pueblo delante de Yavé en Mizpá, (1 Samuel 10, 17)

  • Samuel hizo acercarse a todas las tribus de Israel y, al echar suerte, fue designada la tribu de Benjamín. (1 Samuel 10, 20)


“O Anjo de Deus não nos abandona jamais.” São Padre Pio de Pietrelcina