Löydetty 204 Tulokset: aguas

  • A ver ustedes que andan con sed, ¡vengan a las aguas! No importa que estén sin plata, vengan; pidan trigo sin dinero, y coman, pidan vino y leche, sin pagar. (Isaías 55, 1)

  • Pero los malvados son como un mar con tormentas, que no puede calmarse, y cuyas aguas revuelven el fango y el barro.» (Isaías 57, 20)

  • que dio golpes formidables, a la derecha de Moisés, que partió las aguas del mar delante de ellos y se hizo famoso para siempre, (Isaías 63, 12)

  • doble falta ha cometido mi pueblo: me ha abandonado a mí, que soy manantial de aguas vivas, y se han cavado pozos, pozos agrietados que no retendrán el agua. (Jeremías 2, 13)

  • ¿Para qué llamas a Egipto?, ¿acaso te sanarán las aguas del Nilo? ¿Y para qué llamas a Asur?, ¿apagarán tu sed las aguas del río? (Jeremías 2, 18)

  • Cuando él levanta su voz, se amontonan las aguas en los cielos; llama las nubes desde los extremos de la tierra, hace brillar relámpagos en el aguacero y saca de sus depósitos el viento. (Jeremías 10, 13)

  • ¿Han visto ustedes que haya desaparecido de las altas cumbres la nieve del Líbano, o que se hayan secado las aguas poderosas, frescas y corrientes? (Jeremías 18, 14)

  • ¿Quién era aquel que subía como el Nilo o como río de torrentosas aguas? (Jeremías 46, 7)

  • Egipto era el que subía como el Nilo, como torrente de revueltas aguas. El decía: «Subiré e inundaré la tierra, destruiré las ciudades con sus habitantes (Jeremías 46, 8)

  • Así dijo Yavé: Desde el norte llegan aguas desbordadas: es un río caudaloso, que inunda el país y cuanto él contiene, las ciudades y sus habitantes. Por todas partes se escuchan gritos, y los habitantes del país se lamentan. (Jeremías 47, 2)

  • Los aullidos de Jesbón y de Elealí se escuchan hasta en Jasa; se grita desde Segor hasta Joronaím y Eglatselisa, pues las Aguas de Nimri han sido devastadas. (Jeremías 48, 34)

  • ¡Espada a sus aguas, para que se sequen! Porque es un país de ídolos y están locos por sus horribles imágenes. (Jeremías 50, 38)


“Não nos preocupemos quando Deus põe à prova a nossa fidelidade. Confiemo-nos à Sua vontade; é o que podemos fazer. Deus nos libertará, consolará e enorajará.” São Padre Pio de Pietrelcina