Löydetty 119 Tulokset: Caballos

  • y él les dijo: "¡Tírenla abajo!". Ellos la tiraron abajo, y su sangre salpicó la pared y a los caballos, que la pisotearon. (II Reyes 9, 33)

  • "Ahí tienen con ustedes a los hijos de su señor, y tienen también los carros, los caballos, una ciudad fortificada y un arsenal. Y bien, apenas reciban esta carta, (II Reyes 10, 2)

  • La llevaron a empujones, y por el camino de la entrada de los Caballos llegó a la casa del rey; allí la mataron. (II Reyes 11, 16)

  • Después lo trasladaron sobre unos caballos, y fue sepultado con sus padres en Jerusalén, en la Ciudad de David. (II Reyes 14, 20)

  • ¡Y bien! Haz una apuesta con mi señor, el rey de Asiria: ¡Yo te daré dos mil caballos, si puedes conseguir bastantes hombres para montarlos! (II Reyes 18, 23)

  • Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, a la entrada de la Casa del Señor, hacia la habitación del eunuco Natán Mélec, en los anexos, y quemó el carro del sol. (II Reyes 23, 11)

  • Capturó mil carros, siete mil soldados de caballería y veinte mil hombres de a pie, y mutiló todos los caballos de los carros de guerra, reservándose sólo cien. (I Crónicas 18, 4)

  • Salomón reunió carros de guerra y caballería: llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos, y los acantonó en las ciudades destinadas a las carros, y en Jerusalén, junto al rey. (II Crónicas 1, 14)

  • Los caballos de Salomón procedían de Musrí y de Cilicia. Los agentes del rey los adquirían en Cilicia, a un precio fijo. (II Crónicas 1, 16)

  • Y cada uno aportaba sus presentes: objetos de plata y oro, trajes, armas, perfumes, caballos y mulas. Así, año tras año. (II Crónicas 9, 24)

  • Salomón llegó a tener cuatro mil caballerizas para los caballos y los carros de guerra, y doce mil caballos, que acantonó en las ciudades de guarnición y en Jerusalén, junto a él. (II Crónicas 9, 25)

  • Los caballos para Salomón se importaban de Musrí y de todos los países. (II Crónicas 9, 28)


“Quanto maiores forem os dons, maior deve ser sua humildade, lembrando de que tudo lhe foi dado como empréstimo.” São Padre Pio de Pietrelcina