Löydetty 42 Tulokset: Coré

  • "Habla en estos términos a la comunidad: ‘Aléjense de los alrededores de la morada de Coré, Datán y Abirón’". (Números 16, 24)

  • Y todos se separaron de las moradas de Coré, Datán y Abirón. Datán y Abirón, por su parte, salieron y se pusieron de pie a la entrada de sus carpas, junto con sus mujeres, sus hijos y sus pequeños. (Números 16, 27)

  • la tierra abrió sus fauces y los tragó junto con sus familias, con toda la gente de Coré y con todos sus bienes. (Números 16, 32)

  • Estas debían recordar a los israelitas que ningún extraño -alguien que no fuera descendiente de Aarón- podía atreverse a ofrecer incienso delante del Señor, a fin de no correr la misma suerte que Coré y sus secuaces, según lo había predicho el Señor por medio de Moisés. (Números 17, 5)

  • Los muertos a causa de la plaga fueron catorce mil setecientos, sin contar los que ya habían muerto a causa de Coré. (Números 17, 14)

  • Los hijos de Eliab fueron Nemuel, Datán y Abirón. Datán y Abirón -representantes de la comunidad- son los mismos que se amotinaron contra Moisés y Aarón, junto con los secuaces de Coré, cuando se produjo el amotinamiento contra el Señor. (Números 26, 9)

  • Después de lo cual la tierra abrió sus fauces y los devoró junto con Coré, cuando murió aquel grupo y el fuego devoró a los doscientos cincuenta hombres, para que sirvieran de escarmiento. (Números 26, 10)

  • Los hijos de Coré, sin embargo, no murieron. (Números 26, 11)

  • "Nuestro padre murió en el desierto. Él no formó parte del grupo que se amotinó contra el Señor -el grupo de Coré- sino que murió por su propio pecado y no tuvo ningún hijo varón. (Números 27, 3)

  • Los descendientes de Esaú fueron Elifaz, Reuel, Ieús, Iaelám y Coré. (I Crónicas 1, 35)

  • Los hijos de Hebrón fueron Coré, Tapúaj, Réquem y Semá. (I Crónicas 2, 43)

  • El hijo de Quehat fue Aminadab; el hijo de Aminadab, Coré; el hijo de Coré, Asir; (I Crónicas 6, 7)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina