Löydetty 1193 Tulokset: Lia
Por la fe, Noé, al ser advertido por Dios acerca de lo que aún no se veía, animado de santo temor, construyó un arca para salvar a su familia. Así, por esa misma fe, condenó al mundo y heredó la justicia que viene de la fe. (Hebreos 11, 7)
a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel. (Hebreos 12, 24)
Nosotros tenemos un altar del que no tienen derecho a comer los ministros de la Antigua Alianza. (Hebreos 13, 10)
En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura; y además, pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es imparcial y sincera. (Santiago 3, 17)
Elías era un hombre como nosotros, y sin embargo, cuando oró con insistencia para que no lloviera, no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. (Santiago 5, 17)
y se les abrirán ampliamente las puertas del Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (II Pedro 1, 11)
En su mano derecha tenía siete estrellas; de su boca salía una espada de doble filo; y su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza. (Apocalipsis 1, 16)
Del trono salían relámpagos, voces y truenos, y delante de él ardían siete lámparas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios. (Apocalipsis 4, 5)
y cantaban un canto nuevo, diciendo: «Tú eres digno de tomar el libro y de romper los sellos, porque has sido inmolado, y por medio de tu Sangre, has rescatado para Dios a hombres de todas las familias, lenguas, pueblos y naciones. (Apocalipsis 5, 9)
Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: (Apocalipsis 7, 9)
Una tercera parte de los hombres fue exterminada por estas tres plagas: el fuego, el humo y el azufre que salía de la boca de los caballos. (Apocalipsis 9, 18)
Estarán expuestos durante tres días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá enterrarlos. (Apocalipsis 11, 9)