Löydetty 487 Tulokset: años

  • La vida de un hombre dura cien años a lo más: (Eclesiástico 18, 9)

  • como una gota del mar y como un grano de arena, son sus pocos años frente a la eternidad. (Eclesiástico 18, 10)

  • ¡Muerte, tu sentencia es bienvenida para el hombre necesitado y sin fuerzas, gastado por los años y lleno de ansiedades, que se rebela y ha agotado su paciencia! (Eclesiástico 41, 2)

  • Esta es la sentencia del Señor para todo ser viviente: ¿por qué oponerse a la voluntad del Altísimo? Aunque vivas diez, cien o mil años, en el Abismo no te echarán en cara lo que hayas vivido. (Eclesiástico 41, 4)

  • Y ahora, así habla el Señor: "Dentro de tres años, computados como los años de un mercenario, la gloria de Moab será envilecida, a pesar de su inmensa muchedumbre: no quedará más que un poco, muy poco, casi nada". (Isaías 16, 14)

  • El Señor dijo: "Así como mi servidor Isaías anduvo desnudo y descalzo durante tres años, como signo y presagio contra Egipto y contra Cus, (Isaías 20, 3)

  • Porque así me ha hablado el Señor: "Dentro de un año, computado como los años de un mercenario, se habrá terminado toda la gloria de Quedar. (Isaías 21, 16)

  • Aquel día, Tiro será olvidada durante setenta años, que es la duración de la vida de un rey. Al cabo de setenta años, a Tiro le sucederá como en la canción de la prostituta: (Isaías 23, 15)

  • Al cabo de setenta años, el Señor visitará a Tiro. Ella volverá a su antiguo comercio, y se prostituirá con todos los reinos de la tierra, sobre la superficie del suelo. (Isaías 23, 17)

  • "Ve a decir a Ezequías: Así habla el Señor, el Dios de tu padre David: He oído tu súplica, he visto tus lágrimas. Yo añadiré otros quince años a tu vida; (Isaías 38, 5)

  • "Yo decía: En lo mejor de mis días me tengo que ir: he sido destinado a las puertas del Abismo por el resto de mis años. (Isaías 38, 10)

  • ¿Qué diré para que me responda, si es él quien lo hace? Andaré errante a lo largo de mis años, con amargura en el alma. (Isaías 38, 15)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina