Löydetty 508 Tulokset: altar del holocausto

  • Luego inmolará el novillo en la presencia del Señor, y los hijos de Aarón, los sacerdotes, ofrecerán la sangre y la derramarán sobre todos los costados del altar que está a la entrada de la Carpa del Encuentro. (Levítico 1, 5)

  • El oferente desollará la víctima para el holocausto y la dividirá en pedazos. (Levítico 1, 6)

  • Entonces los hijos del sacerdote Aarón encenderán fuego en el altar, pondrán leña sobre el fuego (Levítico 1, 7)

  • y dispondrán los pedazos sobre la leña encendida que está sobre el altar, incluidas la cabeza y la grasa. (Levítico 1, 8)

  • Después el oferente lavará con agua las entrañas y las patas, y por último, el sacerdote hará arder todo sobre el altar: es un holocausto, una ofrenda que se quema con aroma agradable al Señor. (Levítico 1, 9)

  • Si su ofrenda para el holocausto pertenece al ganado menor -corderos o cabras- deberá ofrecer un animal macho y sin defecto. (Levítico 1, 10)

  • Lo inmolará en la presencia del Señor, sobre el lado del altar que da hacia el norte, y los hijos de Aarón, los sacerdotes, rociarán con su sangre todos los costados del altar. (Levítico 1, 11)

  • Luego lo cortará en pedazos, y el sacerdote dispondrá esas partes, incluidas la cabeza y la grasa, sobre la leña encendida que está sobre el altar. (Levítico 1, 12)

  • El oferente lavará con agua las entrañas y las patas, y por último, el sacerdote hará arder todo sobre el altar: es un holocausto, una ofrenda que se quema con aroma agradable al Señor. (Levítico 1, 13)

  • Si lo que ofrece en holocausto al Señor es un pájaro, podrá ofrecer torcazas o pichones de paloma. (Levítico 1, 14)

  • El sacerdote depositará la ofrenda sobre el altar y le arrancará la cabeza. Luego hará arder la cabeza sobre el altar y escurrirá la sangre de la víctima por la pared del mismo. (Levítico 1, 15)

  • Después le sacará el buche con sus residuos, y los arrojará al lugar donde se depositan las cenizas, en el lado este del altar. (Levítico 1, 16)


“No tumulto das paixões terrenas e das adversidades, surge a grande esperança da misericórdia inexorável de Deus. Corramos confiantes ao tribunal da penitência onde Ele, com ansiedade paterna, espera-nos a todo instante.” São Padre Pio de Pietrelcina