Löydetty 604 Tulokset: mujer desposada

  • y así su corazón está dividido. También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. La mujer casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su marido. (I Corintios 7, 34)

  • Si un hombre, encontrándose en plena vitalidad, cree que no podrá comportarse correctamente con la mujer que ama, y que debe casarse, que haga lo que le parezca: si se casan, no comete ningún pecado. (I Corintios 7, 36)

  • Por lo tanto, el que se casa con la mujer que ama, hace bien; pero el que no se casa, obra mejor todavía. (I Corintios 7, 38)

  • La mujer permanece ligada a su marido mientras este vive; en cambio, si muere el marido, queda en libertad para casarse con el que quiera. Pero en esto, debe ser guiada por el Señor. (I Corintios 7, 39)

  • a viajar en compañía de una mujer creyente, como lo hacen los demás Apóstoles, los hermanos del Señor y el mismo Cefas? (I Corintios 9, 5)

  • Sin embargo, quiero que sepan esto: Cristo es la cabeza del hombre; la cabeza de la mujer es el hombre y la cabeza de Cristo es Dios. (I Corintios 11, 3)

  • y la mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra a su cabeza, exactamente como si estuviera rapada. (I Corintios 11, 5)

  • Si una mujer no se cubre con el velo, que se corte el cabello. Pero si es deshonroso para una mujer cortarse el cabello o raparse, que se ponga el velo. (I Corintios 11, 6)

  • El hombre, no debe cubrir su cabeza, porque él es la imagen y el reflejo de Dios, mientras que la mujer es el reflejo del hombre. (I Corintios 11, 7)

  • En efecto, no es el hombre el que procede de la mujer, sino la mujer del hombre; (I Corintios 11, 8)

  • ni fue creado el hombre a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre. (I Corintios 11, 9)

  • Por esta razón, la mujer debe tener sobre su cabeza un signo de sujeción, por respeto a los ángeles. (I Corintios 11, 10)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina