Löydetty 1056 Tulokset: palabra de Cristo

  • Que tu participación en nuestra fe común te lleve al perfecto conocimiento de todo el bien que ustedes poseen por la unión con Cristo. (Filemon 1, 6)

  • Por eso, aunque tengo absoluta libertad en Cristo para ordenarte lo que debes hacer, (Filemon 1, 8)

  • prefiero suplicarte en nombre del amor. Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, (Filemon 1, 9)

  • Sí, hermano, préstame ese servicio por amor al Señor y tranquiliza mi corazón en Cristo. (Filemon 1, 20)

  • Te saluda Epafras, mi compañero de prisión en Cristo Jesús, (Filemon 1, 23)

  • Él es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. Él sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. (Hebreos 1, 3)

  • Porque si la Palabra promulgada por medio de los ángeles tuvo plena vigencia, a tal punto que toda transgresión y desobediencia recibió su justa retribución, (Hebreos 2, 2)

  • mientras que Cristo fue fiel en calidad de Hijo, como jefe de la casa de Dios. Y esa casa somos nosotros, con tal que conservemos la seguridad y la esperanza de la que nos gloriamos. (Hebreos 3, 6)

  • Porque hemos llegado a ser partícipes de Cristo, con tal que mantengamos firmemente hasta el fin nuestra actitud inicial. (Hebreos 3, 14)

  • Porque también nosotros, como ellos, hemos recibido una buena noticia; pero la Palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada, porque no se unieron por la fe a aquellos que la aceptaron. (Hebreos 4, 2)

  • Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4, 12)

  • Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. (Hebreos 5, 5)


“Quando te encontrares diante de Deus, na oração considera-te banhado na luz da verdade, fala-lhe se puderes, deixa simplesmente que te veja e não tenhas preocupação alguma”. São Padre Pio de Pietrelcina