Löydetty 991 Tulokset: Gad

  • como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la muerte, pero vivos; como castigados, aunque no condenados a muerte; (II Corintios 6, 9)

  • Pero el Dios que consuela a los humillados, nos consoló con la llegada de Tito, (II Corintios 7, 6)

  • y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que le habíais proporcionado, comunicándonos vuestra añoranza, vuestro pesar, vuestro celo por mí hasta el punto de colmarme de alegría. (II Corintios 7, 7)

  • Os damos a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las Iglesias de Macedonia. (II Corintios 8, 1)

  • En cuanto a Tito, es compañero y colaborador mío cerca de vosotros; en cuanto a los demás hermanos, son los delegados de las Iglesias: la gloria de Cristo. (II Corintios 8, 23)

  • Porque no traspasamos los límites debidos, como sería si no hubiéramos llegado hasta vosotros; hasta vosotros hemos llegado con el Evangelio de Cristo. (II Corintios 10, 14)

  • Y estando entre vosotros y necesitado, no fui gravoso a nadie; fueron los hermanos llegados de Macedonia los que remediaron mi necesidad. En todo evité el seros gravoso, y lo seguiré evitando. (II Corintios 11, 9)

  • Por una ventana y en una espuerta fui descolgado muro abajo. Así escapé de sus manos. (II Corintios 11, 33)

  • ¡Vedme aquí hecho un loco! Vosotros me habéis obligado. Pues vosotros debíais recomendarme, porque en nada he sido inferior a esos «superapóstoles», aunque nada soy. (II Corintios 12, 11)

  • En efecto, temo que a mi llegada no os encuentre como yo querría; ni me encontréis como querríais: que haya discordias, envidias, iras, disputas, calumnias, murmuraciones, insolencias, desórdenes. (II Corintios 12, 20)

  • Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse. (Gálatas 2, 3)

  • Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero, (Gálatas 3, 13)


“Vive-se de fé, não de sonhos.” São Padre Pio de Pietrelcina