Löydetty 802 Tulokset: José en Egipto

  • Entonces tomaron la túnica de José, y degollando un cabrito, tiñeron la túnica en sangre, (Génesis 37, 31)

  • El la examinó y dijo: «¡Es la túnica de mi hijo! ¡Algún animal feroz le ha devorado! ¡José ha sido despedazado!» (Génesis 37, 33)

  • Por su parte, los madianitas, llegados a Egipto, le vendieron a Putifar, eunuco de Faraón y capitán de los guardias. (Génesis 37, 36)

  • José fue bajado a Egipto, y le compró un egipcio, Putifar, eunuco de Faraón y jefe de los guardias; le compró a los ismaelitas que le habían bajado allá. (Génesis 39, 1)

  • Yahveh asistió a José, que llegó a ser un hombre afortunado, mientras estaba en casa de su señor egipcio. (Génesis 39, 2)

  • José ganó su favor y entró a su servico, y su señor le puso al frente de su casa y todo cuanto tenía se lo confió. (Génesis 39, 4)

  • Desde entonces le encargó de toda su casa y de todo lo que tenía, y Yahveh bendijo la casa del egipcio en atención a José, extendiéndose la bendición de Yahveh a todo cuanto tenía en casa y en el campo. (Génesis 39, 5)

  • El mismo dejó todo lo suyo en manos de José y, con él, ya no se ocupó personalmente de nada más que del pan que comía. José era apuesto y de buena presencia. (Génesis 39, 6)

  • Tiempo más tarde sucedió que la mujer de su señor se fijó en José y le dijo: «Acuéstate conmigo.» (Génesis 39, 7)

  • Ella insistía en hablar a José día tras día, pero él no accedió a acostarse y estar con ella. (Génesis 39, 10)

  • Y el señor de José le prendió y le puso en la cárcel, en el sitio donde estaban los detenidos del rey. Allí se quedó en presidio. (Génesis 39, 20)

  • Pero Yahveh asistió a José y le cubrió con su misericordia, haciendo que se ganase el favor del alcaide. (Génesis 39, 21)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina