Löydetty 306 Tulokset: Poder de la Biblia

  • y tú, que has sido azotado por el Cielo, haz saber a todos la grandeza del poder de Dios.» En diciendo esto, desparacieron. (II Macabeos 3, 34)

  • Menelao detentaba ciertamente el poder, pero nada pagaba del dinero prometido al rey, (II Macabeos 4, 27)

  • Menelao, por su parte, por la avaricia de aquellos gobernantes, permaneció en el poder, creciendo en maldad, constituido en el principal adversario de sus conciudadanos. (II Macabeos 4, 50)

  • Pero no logró el poder; sino que al fin, con la ignominia ganada por sus intrigas, se fue huyendo de nuevo al país de Ammán. (II Macabeos 5, 7)

  • El, mirando al rey, dijo: «Tú, porque tienes poder entre los hombres aunque eres mortal, haces lo que quieres. Pero no creas que Dios ha abandonado a nuestra raza. (II Macabeos 7, 16)

  • Aguarda tú y contemplarás su magnifico poder, cómo te atormentará a ti y a tu linaje.» (II Macabeos 7, 17)

  • El que poco antes pensaba dominar con su altivez de superhombre las olas del mar, y se imaginaba pesar en una balanza las cimas de las montañas, caído por tierra, era luego transportado en una litera, mostrando a todos de forma manifiesta el poder de Dios, (II Macabeos 9, 8)

  • y, además, que se haría judío y recorrería todos los lugares habitados para proclamar el poder de Dios. (II Macabeos 9, 17)

  • acusado ante Eupátor a consecuencia de ello por los amigos del rey, oía continuamente que le llamaban traidor, por haber abandonado Chipre, que Filométor le había confiado, y por haberse pasado a Antíoco Epífanes. Al no poder honrar debidamente la dignidad de su cargo, envenenándose, dejó esta vida. (II Macabeos 10, 13)

  • No tenía en cuenta en absoluto el poder de Dios, engreído como estaba con sus miríadas de infantes, sus millares de jinetes y sus ochenta elefantes. (II Macabeos 11, 4)

  • El mismo Timoteo cayó en manos de los hombres de Dositeo y Sosípatro; les instaba con mucha palabrería que le dejaran ir salvo, pues alegaba tener en su poder a parientes entre los cuales había hermanos de muchos de ellos, de cuya vida nadie se cuidaría. (II Macabeos 12, 24)

  • También Menelao se unió a ellos e incitaba muy taimadamente a Antíoco, no por salvar a su patria, sino con la idea de establecerse en el poder. (II Macabeos 13, 3)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina