Löydetty 465 Tulokset: pan del cielo

  • Desde el cielo te ha hecho oír su voz para instruirte, y en la tierra te ha mostrado su gran fuego, y de en medio del fuego has oído sus palabras. (Deuteronomio 4, 36)

  • Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que Yahveh es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. (Deuteronomio 4, 39)

  • Entregará a sus reyes en tu mano y tú borrarás sus nombres de debajo del cielo: nadie podrá resistir ante ti, hasta que los hayas destruido. (Deuteronomio 7, 24)

  • Escucha, Israel. Hoy vas a pasar ya el Jordán para ir a desalojar a naciones más grandes y fuertes que tú, ciudades grandes, de murallas que llegan hasta el cielo, (Deuteronomio 9, 1)

  • Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo; y que haga de ti una nación más fuerte y numerosa que ésta.» (Deuteronomio 9, 14)

  • No más de setenta personas eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y Yahveh tu Dios te ha hecho ahora numeroso como las estrellas del cielo. (Deuteronomio 10, 22)

  • Sino que la tierra a la que vais a pasar para tomarla en posesión es una tierra de montes y valles, que bebe el agua de la lluvia del cielo. (Deuteronomio 11, 11)

  • para que vuestros días y los días de vuestros hijos en la tierra que Yahveh juró dar a vuestros padres sean tan numerosos como los días del cielo sobre la tierra. (Deuteronomio 11, 21)

  • Yahveh dará como lluvia a tu tierra polvo y arena, que caerán del cielo sobre ti hasta tu destrucción. (Deuteronomio 28, 24)

  • Tu cadáver será pasto de todas las aves del cielo y de todas las bestias de la tierra sin que nadie las espante. (Deuteronomio 28, 26)

  • No quedaréis más que unos pocos hombres, vosotros que erais tan numerosos como las estrellas del cielo, por haber desoído la voz de Yahveh tu Dios. (Deuteronomio 28, 62)

  • No están en el cielo, para que hayas de decir: «¿Quién subirá por nosotros al cielo a buscarlos para que los oigamos y los pongamos en práctica?» (Deuteronomio 30, 12)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina