Löydetty 79 Tulokset: Eleazar

  • Nadab y Abihú murieron antes que su padre y no dejaron hijos, de manera que el sacerdocio recayó sobre Eleazar e Itamar. (I Crónicas 24, 2)

  • David, con la ayuda de Sadoc, descendiente de Eleazar y Ajimélec, descendiente de Itamar, los distribuyó en clases según sus servicios; (I Crónicas 24, 3)

  • como los descendientes de Eleazar eran más numerosos que los de Itamar, la clasificación quedó así: dieciséis jefes de familia entre los hijos de Eleazar y ocho entre los hijos de Itamar. (I Crónicas 24, 4)

  • La distribución se hizo por suerte entre unos y otros, pues tanto los descendientes de Eleazar como los de Itamar tenían funcionarios sagrados y funcionarios de Dios. (I Crónicas 24, 5)

  • Semayas, hijo de Natanael, un escriba levita, los registró en presencia del rey, de los jefes, del sacerdote Sadoc, de Ajimélec, hijo de Abiatar, y de los jefes de familias de sacerdotes y levitas: se sacaban alternativamente por suerte dos familias de los hijos de Eleazar y una familia de los hijos de Itamar. (I Crónicas 24, 6)

  • para Majlí, Eleazar, que no tuvo hijos. (I Crónicas 24, 28)

  • de Abisúa, de Fineés, de Eleazar, hijo del sumo sacerdote Aarón, (Esdras 7, 5)

  • al cabo de los cuales se pesó la plata, el oro y los utensilios en el templo de nuestro Dios y se entregó todo al sacerdote Merimot, hijo de Urías, a quien acompañaba Eleazar, hijo de Fineés; estaban con ellos los levitas Yozabad, hijo de Josué, y Noadías, hijo de Binuy. (Esdras 8, 33)

  • Y entre los israelitas: De los descendientes de Parós: Ramías, Yidías, Malaquías, Miyamín, Eleazar, Malaquías y Benayas. (Esdras 10, 25)

  • Maasías, Semayas, Eleazar, Uzí, Yehojanán, Malaquías, Elán y Ezer. Los cantores entonaron sus himnos bajo la dirección de Yisrajías. (Nehemías 12, 42)

  • Eleazar, apellidado Avarán, y Jonatán, apellidado Apfús. (I Macabeos 2, 5)

  • Eleazar, apellidado Avarán, observó que un elefante, engualdrapado con coraza regia, sobresalía de los demás; y suponiendo que el rey estaría montado en él, (I Macabeos 6, 43)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina