Löydetty 89 Tulokset: Entrañas

  • Yo, el Señor, escruto el corazón, sondeo las entrañas para dar a cada cual según su conducta, según el fruto de sus obras. (Jeremías 17, 10)

  • ¡Por qué no me hizo morir en el seno materno! Mi madre hubiera sido mi sepulcro, y yo eterna preñez de sus entrañas. (Jeremías 20, 17)

  • ¿Es para mí Efraín un hijo tan querido, un niño que hace mis delicias? Pues cada vez que lo amenazo me vuelvo a acordar de él, se me conmueven las entrañas y tengo compasión de él -dice el Señor-. (Jeremías 31, 20)

  • ¡Mira, Señor, en qué angustia me encuentro! Mis entrañas se estremecen, mi corazón se consume en mi interior, pues he sido muy rebelde. Fuera la espada hacía estragos, y dentro la muerte. (Lamentaciones 1, 20)

  • Mis ojos están en lágrimas sumidos, mis entrañas se estremecen; mi hiel por tierra derramada, por la caída de la hija de mi pueblo, cuando desfallecían niños y lactantes en las plazas de la ciudad. (Lamentaciones 2, 11)

  • Abre los ojos y mira, que no son los muertos en el abismo, aquellos cuyo espíritu fue separado de sus entrañas, los que celebran tu gloria y tu justicia, (Baruc 2, 17)

  • ¿Cómo voy a abandonarte, Efraín; cómo voy a traicionarte, Israel? ¿Es que voy a tratarte como a Admá, y dejarte igual que a Seboín? Mi corazón se revuelve dentro de mí, y todas mis entrañas se estremecen. (Oseas 11, 8)

  • ¿Aceptará el Señor miles de carneros y millones de ríos de aceite? ¿Ofreceré mi primogénito por mi delito, el fruto de mis entrañas por mi propio pecado? (Miqueas 6, 7)

  • el que cree en mí que beba. Lo dice la Escritura: De sus entrañas brotarán ríos de agua viva". (Juan 7, 38)

  • Con lo que le dieron por el delito se compró un terreno, en el que se tiró de cabeza desde lo alto, se reventó por medio y se desparramaron todas sus entrañas. (Hechos 1, 18)

  • Por eso se alegra mi corazón, se gozan mis entrañas, todo mi ser descansa bien seguro, (Hechos 2, 26)

  • Dios es testigo de todo lo que os quiero en las entrañas de Cristo Jesús. (Filipenses 1, 8)


“Queira o dulcíssimo Jesus conservar-nos na Sua graça e dar-nos a felicidade de sermos admitidos, quando Ele quiser, no eterno convívio…” São Padre Pio de Pietrelcina