Löydetty 132 Tulokset: batalla final

  • Los amonitas salieron y se pusieron en orden de batalla a la entrada de la ciudad, mientras que los sirios de Sobá y de Rejob y los hombres de Tob y de Maacá estaban en el campo. (II Samuel 10, 8)

  • Joab, viendo que tenía dos frentes, uno delante y otro detrás, seleccionó a la flor y nata del ejército de Israel y lo puso en orden de batalla frente a los sirios; (II Samuel 10, 9)

  • David, al saberlo, reunió a todo Israel, pasó el Jordán y llegó a Jelán. Los sirios, puestos en orden de batalla, salieron al encuentro de David y lucharon con él. (II Samuel 10, 17)

  • Decía en ella: "Poned a Urías en el punto en que más recia sea la batalla; y después dejadle solo para que sea herido y muera". (II Samuel 11, 15)

  • El ejército salió al campo, al encuentro de Israel, y la batalla tuvo lugar en el monte de Efraín. (II Samuel 18, 6)

  • La batalla se extendió por toda la región, y aquel día el bosque causó más muertes que la espada. (II Samuel 18, 8)

  • Por eso aquel día las tropas entraron furtivamente en la ciudad, como entra la gente avergonzada de haber huido en la batalla. (II Samuel 19, 4)

  • Ahora bien, Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. Entonces, ¿por qué no hacéis algo para que vuelva el rey?". (II Samuel 19, 11)

  • Hubo otra batalla en Gob contra los filisteos, en la que Sibecay, el jusatita, mató a Saf, un descendiente de los gigantes. (II Samuel 21, 18)

  • Hubo otra batalla en Gob contra los filisteos, y Eljanán, hijo de Yaír, de Belén, mató a Goliat, de Gat; el asta de su lanza era como un enjullo de tejedor. (II Samuel 21, 19)

  • Se dio otra batalla en Gat, donde había un gigante que tenía veinticuatro dedos, seis en cada extremidad. También éste era descendiente de los gigantes. (II Samuel 21, 20)

  • Me ceñiste de fortaleza en la batalla, aplastaste bajo mis pies a mis agresores. (II Samuel 22, 40)


“Se quisermos colher é necessário não só semear, mas espalhar as sementes num bom campo. Quando as sementes se tornarem plantas, devemos cuidá-las para que as novas plantas não sejam sufocadas pelas ervas daninhas.” São Padre Pio de Pietrelcina