Löydetty 346 Tulokset: guerra santa

  • Los israelitas clamaron al Señor, porque Yabín tenía novecientos carros de guerra y había oprimido a los israelitas durante veinte años. (Jueces 4, 3)

  • Se preferían dioses extranjeros; la guerra llegaba ya a las puertas; apenas se veía un escudo o una lanza entre los cuarenta mil de Israel. (Jueces 5, 8)

  • Al cabo de algún tiempo, los amonitas declararon la guerra a Israel, (Jueces 11, 4)

  • Y le dijeron: "Ven, sé nuestro caudillo en la guerra contra los amonitas". (Jueces 11, 6)

  • Jefté envió mensajeros al rey de los amonitas con esta misión: "¿Qué tienes contra mí para que vengas a hacerme la guerra en mi tierra?". (Jueces 11, 12)

  • ¿Acaso eres tú mejor que Balac, hijo de Sipor, rey de Moab? ¿Ha entrado él en discusión con Israel? ¿Le ha declarado la guerra? (Jueces 11, 25)

  • Por tanto, yo no te he ofendido, pero tú me haces injuria declarándome la guerra. Que el Señor, el juez, juzgue hoy entre los israelitas y los amonitas". (Jueces 11, 27)

  • Viendo que nadie me socorría, expuse mi vida, ataqué a los amonitas y el Señor los entregó en mi mano. ¿Por qué venís ahora a hacerme la guerra?". (Jueces 12, 3)

  • Y los israelitas, prescindiendo de los de Benjamín, eran cuatrocientos mil, todos gente de guerra y diestros en el manejo de la espada; (Jueces 20, 17)

  • Cuando sus padres o sus hermanos vengan a querellarse con vosotros, les diremos: Perdonadlos por haber tomado cada uno su mujer, como en guerra; porque si se las hubieseis dado vosotros, entonces vosotros seríais culpables". (Jueces 21, 22)

  • La palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Se reunieron entonces los filisteos para hacer la guerra a Israel. Los israelitas salieron a enfrentarse con ellos y acamparon en Eben Ezer, mientas que los filisteos estaban acampados en Afec. (I Samuel 4, 1)

  • Los empleará como jefes de mil, de ciento y de cincuenta; los hará trabajar sus campos, segar sus mieses, fabricar sus armas de guerra y el atalaje de sus carros. (I Samuel 8, 12)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina