Löydetty 1578 Tulokset: templo de Jerusalén

  • En Hebrón reinó sobre Judá siete años y seis meses; en Jerusalén reinó treinta y tres años sobre todo Israel y Judá. (II Samuel 5, 5)

  • El rey y sus hombres marcharon sobre Jerusalén contra los jebuseos, que habitaban la región. Éstos dijeron a David: "No entrarás aquí; los ciegos y los cojos te rechazarán". Como diciendo: "David no entrará aquí". (II Samuel 5, 6)

  • Aquel día dijo David: "El que quiera derrotar al jebuseo, que entre por el canal. En cuanto a los cojos y a los ciegos, son enemigos de David". Por eso se dice: "Los ciegos y los cojos no entrarán en el templo del Señor". (II Samuel 5, 8)

  • David tomó todavía más concubinas y mujeres en Jerusalén, después de haber venido de Hebrón, y le nacieron hijos e hijas. (II Samuel 5, 13)

  • Éstos son los hijos que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón, (II Samuel 5, 14)

  • Él me construirá un templo y yo consolidaré su trono para siempre. (II Samuel 7, 13)

  • David se apoderó de los escudos de oro que llevaba la guardia de Hadadézer y los llevó a Jerusalén. (II Samuel 8, 7)

  • Pero Meribaal vivía en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; era cojo de ambos pies. (II Samuel 9, 13)

  • Los amonitas, al ver huir a los sirios, se dieron también a la fuga ante Abisay y entraron en la ciudad. Entonces Joab volvió de la guerra contra los amonitas y entró en Jerusalén. (II Samuel 10, 14)

  • Al año siguiente, por el tiempo en que suelen los reyes salir a campaña, David envió a Joab, a sus oficiales y a todo Israel a devastar a los amonitas y a sitiar a Rabá. David se quedó en Jerusalén. (II Samuel 11, 1)

  • David dijo a Urías: "Quédate aquí hoy todavía, y mañana te enviaré". Urías se quedó en Jerusalén aquel día. (II Samuel 11, 12)

  • Entonces David se levantó del suelo, se bañó, se perfumó, cambió sus ropas, entró en el templo y adoró al Señor. Volvió a su casa, pidió que le sirviesen de comer y comió. (II Samuel 12, 20)


“Que o Espírito Santo guie a sua inteligência, faça-o descobrir a verdade escondida na Sagrada Escritura e inflame a sua vontade para praticá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina