27. En lugar de ellos, el rey Ro- boám hizo unos escudos de bronce, y se los confió a los jefes de los guardias que custodiaban el acceso a la casa del rey.





“Queira o dulcíssimo Jesus conservar-nos na Sua graça e dar-nos a felicidade de sermos admitidos, quando Ele quiser, no eterno convívio…” São Padre Pio de Pietrelcina