Judit, 7
25. Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha vendido en sus manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.
25. Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha vendido en sus manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.
“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina