31. El Señor abrió los ojos de Balaán y vio al ángel del Señor apostado en el camino con la espada desenvainada en la mano. Balaán se inclinó y se postró en tierra.





O Pai celeste está sempre disposto a contentá-lo em tudo o que for para o seu bem”. São Padre Pio de Pietrelcina