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A los que les gusta la cama duermen en la noche, y a los que les gusta tomar se emborrachan en la noche. (1º Carta a los Tesalonicenses 5, 7)
Que el Señor fije sus corazones en la buena dirección, para que puedan amar a Dios y soportar cristianamente la adversidad. (2º Carta a los Tesalonicenses 3, 5)
No permito que la mujer enseñe ni que quiera corregir a su marido; que se quede tranquila, (1º Carta a Timoteo 2, 12)
Aparecerán hombres mentirosos con la conciencia marcada con la señal de los infames. (1º Carta a Timoteo 4, 2)
Cuida de ti mismo y de cómo enseñas; persevera sin desanimarte, pues actuando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan. (1º Carta a Timoteo 4, 16)
No te avergüences, pues, del martirio de nuestro Señor ni de mí, al verme preso. Al contrario, sufre por el Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. (2º Carta a Timoteo 1, 8)
Solamente Lucas está conmigo. Toma contigo a Marcos, pues me será muy útil para el ministerio. (2º Carta a Timoteo 4, 11)
Así enseñarán a las jóvenes a amar a su marido y a querer a sus hijos, (Carta a Tito 2, 4)
a ser juiciosas y puras, a cuidar bien de su hogar, a ser buenas y obedientes a sus maridos. De este modo nadie podrá hablar mal de nuestra fe. (Carta a Tito 2, 5)
y también Marcos, Aristarco, Demás y Lucas, mis ayudantes. (Carta a Filemon 1, 24)
¿Cómo, pues, escaparemos nosotros, si despreciamos una salvación tan trascendente? El Señor mismo la proclamó primero, y luego la confirmaron aquellos que le oyeron. (Carta a los Hebreos 2, 3)
de este modo el que comunicaba la santidad se identificaría con aquellos a los que sanctificaba. Por eso él no se avergüenza de llamarnos hermanos, cuando dice: (Carta a los Hebreos 2, 11)