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se reconcilió con ellos, ofreció sacrificios, llenó de honores el Templo y se mostró generoso con el Lugar Santo. Se despidió del Macabeo y dejó a Hegemónides como gobernador desde Tolemaida hasta el país de los gueraínos. (2 Macabeos 13, 24)
les mostró la cabeza del criminal Nicanor y la mano que el malvado había levantado orgulloso sobre la misma Casa de Dios; (2 Macabeos 15, 32)
Condujo por caminos seguros al justo que huía de la cólera de su hermano. Le mostró el reino de Dios y le permitió que conociera a los santos ángeles. Hizo que tuviera éxito en sus trabajos y que fructificaran sus esfuerzos. (Sabiduría 10, 10)
Finjas, hijo de Eleazar, es el tercero en gloria, porque temió al Señor y se mostró lleno de celo por él. Permaneció firme cuando el pueblo se rebeló: su voluntad no se doblegó, y así obtuvo el perdón para Israel. (Sirácides (Eclesiástico) 45, 23)
Reveló lo que ocurrirá hasta el fin de los tiempos y mostró las cosas ocultas antes que sucedan. (Sirácides (Eclesiástico) 48, 25)
Yavé me mostró dos canastos con higos, que estaban delante de su templo. Esto pasó después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, desterró a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, y a los príncipes de Judá junto con los herreros y los cerrajeros, y los llevó a Babilonia, lejos de Jerusalén. (Jeremías 24, 1)
Yavé se mostró lleno de celo por su tierra y tuvo piedad de su pueblo. (Joel 2, 18)
Esto fue lo que me mostró el Señor Yavé: Cuando estaba brotando de nuevo el pasto, después del corte para el rey, él estaba fabricando langostas. (Amós 7, 1)
En seguida, el Señor me mostró otra cosa: El Señor llamaba al fuego para que secara los manantiales y marchitara los campos. (Amós 7, 4)
Por tercera vez, el Señor me mostró otro espectáculo: Un hombre estaba de pie al lado de un muro con un nivel de plomo en la mano. (Amós 7, 7)
En seguida me mostró Yavé a cuatro herreros. (Zacarías 2, 3)
A continuación lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todas las naciones del mundo con todas sus grandezas y maravillas. (Evangelio según San Mateo 4, 8)