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  • Entonces mis pobres se alimentarán de mis campos y los que nada tienen dormirán tranquilos, mientras que a tus hijos los haré morir de hambre y mataré a los sobrevivientes.» (Isaías 14, 30)

  • Pues se han marchitado los campos de Jesebón y la viña de Sibma, cuyos racimos arrancaron los amos de las naciones. Ella llegaba hasta Yazer y se perdía en el desierto; sus sarmientos se extendían hasta más allá del mar. (Isaías 16, 8)

  • Péguense en los senos por lo que les pasó a esos hermosos campos y a esas fértiles viñas; (Isaías 32, 12)

  • ¡Que levanten la voz el desierto y sus ciudades, los campos donde vive Cedar! ¡Que los habitantes de Petra lancen gritos y sus aclamaciones resuenen hasta las cumbres! (Isaías 42, 11)

  • Vendrán extranjeros a cuidar de sus rebaños y a trabajar en sus campos y en sus viñas. (Isaías 61, 5)

  • Porque así habla Yavé a los hombres de Judá y de Jerusalén: «Aren profundamente sus campos para que no siembren en la maleza. (Jeremías 4, 3)

  • Miré los campos floridos, pero estaban secos, y todas las ciudades habían sido destruidas por Yavé y por el ardor de su cólera. (Jeremías 4, 26)

  • Sus casas pasarán a otros, junto con sus campos y sus mujeres, cuando yo extienda mi mano sobre los habitantes de esta tierra, dice Yavé. (Jeremías 6, 12)

  • Así que yo daré sus mujeres a otros, sus campos a nuevos propietarios. Pues desde el más chico hasta el más grande, andan todos buscando su provecho; y desde el profeta hasta el sacerdote todos se dedican a engañar. (Jeremías 8, 10)

  • ¿Hasta cuándo estará de luto el país? ¿Permanecerá seco el pasto de los campos? Aves y bestias ya han perecido por causa de la maldad de los hombres, pues ellos dicen: «Dios no ve nuestra conducta.» (Jeremías 12, 4)

  • ¡Ah!, tus adulterios y tus gritos de placer, tu descarada prostitución, en los cerros y en los campos, todas tus monstruosidades, yo las he visto. Desgraciada Jerusalén, ¿hasta cuándo, todavía, estarás impura? (Jeremías 13, 27)

  • Y todo el valle de los muertos y de la ceniza, y los campos que limitan con el torrente de Cedrón hasta la esquina de la Puerta de los Caballos, al este, serán consagrados a Yavé. ¡Ya no volverán a ser destruidos ni declarados malditos! (Jeremías 31, 40)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina