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¿No mató al gigante en su juventud? Con una piedra de su honda abatió al arrogante Goliat y así lavó la afrenta hecha a su pueblo. (Sirácides (Eclesiástico) 47, 4)
Sus flechas son muy puntiagudas, todos sus arcos estirados, los cascos de sus caballos son como de piedra, las ruedas de sus carros igual que el huracán. (Isaías 5, 28)
Los postes de piedra de la entrada temblaban a la voz del que gritaba y la Casa se llenaba de humo. Yo exclamé: (Isaías 6, 4)
El es un santuario para los dos reinos de Israel, pero también es piedra donde se tropieza y roca que hace caer. Y será como una red y una trampa para la gente de Jerusalén. (Isaías 8, 14)
Aquel día, se levantará un altar a Yavé en medio del país de Egipto y cerca de la frontera se colocará un monumento de piedra a Yavé. (Isaías 19, 19)
Ahora bien, así es como será pagada la falta de Jacob, como será expiado su pecado: tendrá que hacer pedazos sus altares y moler sus piedras como se hace polvo la piedra de cal, y no levantar más postes sagrados o monumentos de piedra en honor al sol. (Isaías 27, 9)
En vista de todo esto, el Señor Yavé les dice: Yomismo voy a colocar una piedra en Sión, una piedra escogida, una piedra angular,de gran valor y firme: «El que se apoye en ella, no se moverá.» (Isaías 28, 16)
Y han echado al fuego a sus dioses, aunque no son dioses sino hechura de mano de hombre, de madera o de piedra, y por eso han sido destruidos. (Isaías 37, 19)
El Señor Yavé está de mi parte, y por eso no me molestan las ofensas; por eso puse mi cara dura como piedra. y yo sé que no quedaré frustrado, (Isaías 50, 7)
En vez de bronce, traeré oro; en vez de hierro, plata; en vez de madera, bronce, y en vez de piedra, hierro. Como gobernantes te pondré la paz, y en vez de opresión, la justicia. (Isaías 60, 17)
¡Pasen, pasen por las puertas! ¡Abranle camino al pueblo! ¡Arreglen, arreglen la carretera! ¡Déjenla limpiecita, sin una piedra! Pongan en lo alto la bandera para que todos los pueblos la vean. (Isaías 62, 10)
que dicen a un palo: «Tú eres mi padre», y a una piedra: «Tú me diste la vida.» Ellos me dan la espalda, en vez de mostrarme su cara. Pero cuando les pase una desgracia, gritarán diciéndome: «¡Levántate, sálvanos!» (Jeremías 2, 27)