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No te dejes fascinar por el vino: ¡qué rojo más hermoso, transparente en la copa, y cómo baja! (Proverbios 23, 31)
No dejes que tu espíritu ceda a la cólera: la cólera se siente a gusto en el tonto. (Eclesiastés (Qohelet) 7, 9)
Si el príncipe monta en cólera contra ti, no dejes tu puesto, la calma evitará muchas desgracias. (Eclesiastés (Qohelet) 10, 4)
No dejes que la amargura se instale en ti, ni la enfermedad en tu cuerpo: ¡juventud y cabellos negros son traicioneros! (Eclesiastés (Qohelet) 11, 10)
No discutas con el desesperado, ni dejes que el necesitado suspire por tu limosna. (Sirácides (Eclesiástico) 4, 3)
No te amilanes ante un tonto; ni te dejes influenciar por un poderoso. (Sirácides (Eclesiástico) 4, 27)
No te dejes arrastrar por la violencia o el deseo de tener: harán de ti su esclavo. (Sirácides (Eclesiástico) 5, 2)
No te dejes llevar por la corriente, no estés en dos caminos a la vez; esto es propio del pecador que usa un doble lenguaje. (Sirácides (Eclesiástico) 5, 9)
Lánzate tras sus huellas, búscala y se dará a conocer; cuando la tengas, no dejes que se vaya. (Sirácides (Eclesiástico) 6, 27)
Escucha con gusto todo lo que se refiere a las cosas de Dios; no dejes pasar las sentencias de los sabios. (Sirácides (Eclesiástico) 6, 35)
Más bien ora con fuerza y no dejes de dar limosna. (Sirácides (Eclesiástico) 7, 10)
No te dejes embaucar por el que tiene buena facha, ni mires mal a otro por su aspecto. (Sirácides (Eclesiástico) 11, 2)