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¡El enojo del rey es peligro de muerte! Pero un hombre sabio puede apaciguarlo. (Proverbios 16, 14)
Un hombre inteligente domina su enojo; al no hacerle caso a la ofensa se agranda. (Proverbios 19, 11)
Por esto Yavé se enojó con su pueblo y levantó su mano para pegarle; los cerros se estremecieron y los cadáveres quedaron tirados esparcidos como la basura en las calles. Pero no se le pasó el enojo, pues siguió con su mano levantada. (Isaías 5, 25)
Aram por el este y los filisteos por el oeste, que devoran a Israel a dentelladas. Ni con esto se le ha pasado el enojo, y su mano sigue amenazando. (Isaías 9, 13)
Por eso el Señor no tendrá compasión de sus jóvenes, y tratará sin piedad a sus huérfanos y viudas. Todo este pueblo es hipocrita y perverso, y no tienen en la boca más que estupideces. Ni con eso se le ha pasado el enojo, y su mano sigue amenazante. (Isaías 9, 18)
El enojo de Yavé de los Ejércitos ha sacudido el país y el pueblo ha sido pasto de las llamas. Nadie se compadece de su hermano, cada uno se come la carne de su vecino. (Isaías 9, 20)
Manasés se come a Efraím, Efraím a Manasés, y ambos se lanzan contra Judá. Ni con eso se le ha pasado el enojo, y su mano sigue amenazante. (Isaías 9, 22)
No quedará más que doblegarse bajo las cadenas o caer con los muertos. Pero a Yavé no se le ha pasado el enojo, aún sigue con la mano amenazante. (Isaías 10, 4)
Porque dentro de muy poco tiempo desaparecerá mi enojo, y mi cólera se tornará contra él. 26Yavé de los Ejércitos hará zumbar la huasca sobre él, igual como cuando se las dio a Madián, en el cerro Horeb, y levantará su bastón sobre el mar, como lo hizo en Egipto. (Isaías 10, 25)
Y dirás aquel día: «Te doy gracias, Yavé, porque estabas enojado conmigo, pero se te pasó el enojo y me levantaste. (Isaías 12, 1)
Por eso les hizo sufrir el ardor de su enojo y los horrores de la guerra. Todo fue presa del fuego, pero ellos no entendieron; todo ha sido consumido, pero no prestaron atencion (Isaías 42, 25)
Pero por amor de mi Nombre contuve mi enojo y por mi honor me reprimí y no te hice pedazos. (Isaías 48, 9)