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La mujer hizo lo que le había dicho el varón de Dios; se fue con su familia al país de los filisteos y permaneció allí siete años. (2 Reyes 8, 2)
El rey de Asur hizo venir pobladores de Babilonia, de Cutá, de Avá, de Jamat y de Sefarvayim, y los ubicó en las ciudades de Samaria, en lugar de los israelitas. Esta gente ocupó el país de Samaria y permaneció en sus ciudades. (2 Reyes 17, 24)
Senaquerib, rey de los asirios, levantó el campamento y se marchó, volviéndose a Nínive, donde permaneció. (2 Reyes 19, 36)
Josafat permaneció en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo desde Bersebá hasta los cerros de Efraím, y los convirtió a Yavé, el Dios de sus padres. (2 Crónicas 19, 4)
Acampó entre Gueba y Escitópolis, y allí permaneció un mes para reorganizar el aprovisionamiento de su ejército. (Judit 3, 10)
pues había pedido a Holofernes que ordenara a sus guardias que la dejaran salir. Judit permaneció tres días en el campamento, y cada noche iba al valle de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaban los guardias. (Judit 12, 7)
Durante tres meses el pueblo permaneció en Jerusalén celebrando fiestas delante del Santuario. Judit estaba con ellos. (Judit 16, 20)
y lo persuadió que le entregara al niño con el fin de restablecerlo en el puesto de su padre. Lo informó de todas las decisiones de Demetrio y del odio que le tenían sus soldados, y permaneció allí bastante tiempo. (1 Macabeos 11, 40)
Observó la ley del Altísimo, que lo hizo entrar en su alianza; esa alianza fue inscrita en su carne; permaneció fiel en el día de la prueba. (Sirácides (Eclesiástico) 44, 20)
Finjas, hijo de Eleazar, es el tercero en gloria, porque temió al Señor y se mostró lleno de celo por él. Permaneció firme cuando el pueblo se rebeló: su voluntad no se doblegó, y así obtuvo el perdón para Israel. (Sirácides (Eclesiástico) 45, 23)
Así, pues, Jeremías fue puesto en un subterráneo y allí permaneció largo tiempo. (Jeremías 37, 16)
y poco después su esposa Isabel quedó embarazada. Durante cinco meses permaneció retirada, pensando: (Evangelio según San Lucas 1, 24)