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y les dijo: «Señores míos, les ruego que vengan a la casa de este siervo suyo a pasar la noche. Se lavarán los pies, descansarán y mañana, al amanecer, podrán seguir su camino.» Ellos le respondieron: «No, pasaremos la noche en la plaza.» Pero él insistió tanto, que lo siguieron a su casa, y les preparó comida. (Génesis 19, 2)
luego, amontonarás los despojos en medio de la plaza y prenderás fuego a la ciudad con todos sus despojos para cumplir la maldición de Yavé. Esta ciudad quedará convertida en un montón de ruinas para siempre, y jamás volverá a ser edificada. (Deuteronomio 13, 17)
Se desviaron, pues, hacia allí y fueron a pasar la noche. El levita entró y se sentó en la plaza de la ciudad, pero no hubo nadie que le ofreciera casa donde pasar la noche. (Jueces 19, 15)
Mirando por ese lado, el anciano se fijó en el forastero que estaba en la plaza de la ciudad y le dijo: «¿De dónde vienes y adónde vas?» (Jueces 19, 17)
El anciano le dijo: «La paz sea contigo, yo proveeré a todas tus necesidades, pero no pases la noche en la plaza.» (Jueces 19, 20)
Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental (2 Crónicas 29, 4)
Nombró generales al frente de las tropas, los reunió a todos en la plaza de la puerta de la ciudad y hablándoles al corazón les dijo: (2 Crónicas 32, 6)
Todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén dentro de los tres días. Era el día veinte del noveno mes, y todo el pueblo estaba en la plaza de la Casa de Dios temblando con motivo de aquel asunto y también porque llovía. (Esdras 10, 9)
En el séptimo mes todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se encuentra frente a la Puerta del Agua, y pidieron a Esdras que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Yavé había dado a Israel. (Nehemías 8, 1)
Esdras leyó en el libro, ante todos ellos, desde la mañana hasta el mediodía, en la plaza que está enfrente de la Puerta del Agua; y todos los oídos estaban pendientes del libro de la Ley. (Nehemías 8, 3)
El pueblo salió y trajeron ramas y se hicieron cabañas en el techo de sus casas, o en sus patios, o en los patios de la Casa de Yavé, o en la plaza de la Puerta del Agua o en la plaza de la Puerta de Efraím. (Nehemías 8, 16)
Tobías salió en busca de alguno de nuestros hermanos pobres y, cuando regresó, me dijo: «Padre, asesinaron y arrojaron a la plaza a uno de nuestro pueblo y aún está allí.» (Tobías 2, 3)