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• Dejan sin protección a los pobres de mi país; roban a los pequeños de sus derechos, dejan sin nada a la viuda y despojan al huérfano! (Isaías 10, 2)

• sino que hará justicia a los débiles y defenderá el derecho de los pobres del país. Su palabra derribará al opresor, el soplo de sus labios matará al malvado. (Isaías 11, 4)

• Entonces mis pobres se alimentarán de mis campos y los que nada tienen dormirán tranquilos, mientras que a tus hijos los haré morir de hambre y mataré a los sobrevivientes.» (Isaías 14, 30)

• ¿Qué responderán, entonces, a los embajadores de esa nación? «Que Yavé ha fundado a Sión y en ella se refugiarán los pobres de su pueblo.» (Isaías 14, 32)

• Ahora es pisoteada, pasan sobre ella los pies de los humildes y de los pobres. (Isaías 26, 6)

• Los humildes aún se alegrarán con Yavé y los más pobres quedarán felices con el Santo de Israel, (Isaías 29, 19)

• ¡Pobres de aquellos que bajan a Egipto, por si acaso consiguen ayuda! Pues confían en la caballería, en los carros de guerra, que son numerosos, y en los jinetes, porque son valientes. ¿Por qué no hicieron caso del Santo de Israel y no consultaron a Yavé? (Isaías 31, 1)

• En cuanto al sinvergüenza, sus inventos son perversos, pues trata de perjudicar a los pobres con sus mentiras, aunque sean justos los reclamos de estos humildes. (Isaías 32, 7)

• Los pobres y los humildes buscan agua pero no encuentran, y se les seca la lengua de sed. Pero yo, Yavé, los escucho; yo, Dios de Israel, no los abandonaré. (Isaías 41, 17)

• Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán a tu casa, vestirás al que veas desnudo y no volverás la espalda a tu hermano. (Isaías 58, 7)

• «Miren cómo el destructor se levanta como las nubes, sus carros parecen un huracán y sus caballos son más rápidos que las águilas. ¡Pobres de nosotros, estamos perdidos!» (Jeremías 4, 13)

• Se ven gordos y macizos y ya no saben distinguir el mal. Nada tiene de justo su justicia, no respetan el derecho de los huérfanos ni defienden la causa de los pobres. (Jeremías 5, 28)