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¡Hay allí seres extraños y maravillosos, animales de todas las especies, y monstruos marinos! (Sirácides (Eclesiástico) 43, 25)
Así como en un sacrificio se reservan las grasas para el Señor, así fue puesto aparte David entre los hijos de Israel. (Sirácides (Eclesiástico) 47, 2)
«¿Por qué tantos sacrificios en mi honor? -dice Yavé. Ya estoy saciado de sus animales, de la grasa de sus terneros. No me agrada la sangre de sus novillos, de sus corderos y chivos. (Isaías 1, 11)
La ciudad fortificada está ahora solitaria, permanece abandonada y triste como un desierto. Allí van a pastar los animales, allí crecen y se extienden los matorrales. (Isaías 27, 10)
Oráculo sobre los animales del Negueb: A través de una tierra pobre y triste, poblada por leones y por víboras y serpientes voladoras, llevan sus tesoros, a lomo de burro, y sus riquezas sobre la joroba de camellos, a un pueblo que no les prestará ninguna ayuda. (Isaías 30, 6)
La espada de Yavé está cubierta de sangre y está bañada en grasa, con sangre de corderos y de chivos, con la grasa de los riñones de los carneros. Porque Yavé ha hecho un sacrificio en Bosra, y una gran matanza en tierra de Edom. (Isaías 34, 6)
El Líbano no sirve para encender su hoguera, y sus animales no alcanzan para quemarlos en su templo. (Isaías 40, 16)
Los animales salvajes me felicitarán, ya sean lobos o buhos, porque le daré agua al desierto, y los ríos correrán en las tierras áridas para dar de beber a mi pueblo elegido. (Isaías 43, 20)
Quiso Yavé destrozarlo con padecimientos, y él ofreció su vida como sacrificio por el pecado. Por esto verá a sus descendientes y tendrá larga vida, y el proyecto de Dios prosperará en sus manos. (Isaías 53, 10)
Animales del campo y de la selva, acérquense a devorar. (Isaías 56, 9)
Por eso, así habla Yavé: «Mi cólera y mi furor se van a desencadenar sobre este lugar, sobre los hombres y los animales, sobre los árboles del campo y los frutos de la tierra, y arderá sin apagarse.» (Jeremías 7, 20)
Hasta los animales del campo abandonan sus crías porque no hallan pasto. (Jeremías 14, 5)