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Pero, al cabo de tres años, dos de los esclavos de Semeí fueron a refugiarse al territorio de Aquís, hijo de Maaca, rey de Gat. Se lo avisaron a Semeí: «Tus esclavos están en Gat.» (1 Reyes 2, 39)
Semeí se levantó, aparejó su burro y fue a Gat, donde Aquís, para recobrar sus esclavos. No hizo más que ir y volver con ellos. (1 Reyes 2, 40)
Por eso voy a mandar la desgracia sobre la familia de Jeroboam; haré perecer a todos sus varones, hasta el último de sus esclavos; barreré a su familia como basura, hasta que desaparezca del todo. (1 Reyes 14, 10)
Una de las mujeres de los hermanos profetas llamó a Eliseo, diciendo: «Mi marido ha muerto, y tú sabes que él temía a Dios. Pero el hombre a quien debíamos ha venido a cobrar su deuda y, como no pudimos pagar, quiere tomar a mis dos hijos por esclavos.» (2 Reyes 4, 1)
Pero serán sus esclavos, para que puedan comparar lo que es servirme y ser esclavo de reyes extranjeros.» (2 Crónicas 12, 8)
Y ahora quieren someter a esclavitud a la población de Judá y de Jerusalén y que en adelante sean esclavos y esclavas de ustedes. Miren que ustedes mismos no son inocentes ante Yavé, su Dios. (2 Crónicas 28, 10)
Y a los que escaparon de la espada, los llevó prisioneros a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta que se estableciera el reino de los persas. (2 Crónicas 36, 20)
Con todo, desde algún tiempo, se manifestó la misericordia de Yavé, nuestro Dios. Hizo que quedara un resto de nuestro pueblo y permitió que los sobrevivientes se restablecieran en su Santo Lugar; ahí nos ha dado alegría y vida, a pesar de que somos esclavos; (Esdras 9, 8)
porque no somos más que esclavos, pero, en medio de nuestra esclavitud, Dios no nos ha abandonado; ha extendido su mano misericordiosa sobre nosotros para apoyarnos frente a los reyes de Persia; nos ha devuelto la vida, nos ha concedido levantar de nuevo la Casa de nuestro Dios, y tener murallas en Jerusalén y en otras ciudades de Judá. (Esdras 9, 9)
Sin embargo, somos de la misma raza que nuestros hermanos, y nuestros hijos no son diferentes a sus hijos. Pero tenemos que entregarlos como esclavos; incluso muchas de nuestras hijas son ya tratadas como concubinas. Y no tenemos otra solución, puesto que nuestros campos y viñas ya pasaron a otros.» (Nehemías 5, 5)
y les dije: «Nosotros hemos rescatado en la medida de nuestras fuerzas a nuestros hermanos judíos que eran esclavos. ¿Y ahora son ustedes los que compran a sus hermanos?» Se quedaron callados. No tenían qué contestar. (Nehemías 5, 8)
Mira que hoy somos nosotros esclavos; somos esclavos en el país que habías dado a nuestros padres para gozar de sus frutos y bienes. (Nehemías 9, 36)