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Sin embargo, no desaparecieron los lugares altos: el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los lugares altos. (II Reyes 12, 4)
Sin embargo, no desaparecieron los lugares altos: el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los lugares altos. (II Reyes 14, 4)
Sin embargo, no desaparecieron los lugares altos: el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los lugares altos. (II Reyes 15, 4)
Sin embargo, no desaparecieron los lugares altos: el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los lugares altos. Jotám fue el que edificó la puerta alta de la Casa del Señor. (II Reyes 15, 35)
Ofreció sacrificios y quemó incienso en los lugares altos, sobre las colinas y bajo todo árbol frondoso. (II Reyes 16, 4)
Los israelitas perpetraron contra el Señor, su Dios, acciones indebidas: se edificaron lugares altos en todas sus ciudades, tanto en las torres de guardia como en las plazas fuertes; (II Reyes 17, 9)
allí, en los lugares altos, quemaron incienso como las naciones que el Señor había desterrado delante de ellos; cometieron malas acciones para provocar al Señor (II Reyes 17, 11)
Pero la gente de cada nación se hizo su propio dios y los instalaron en los templos de los lugares altos que habían construido los samaritanos. Cada una de las naciones obró así en la ciudad donde residía: (II Reyes 17, 29)
Pero también veneraban al Señor, y establecieron sacerdotes, elegidos entre su propia gente, para que oficiaran en los templos de los lugares altos. (II Reyes 17, 32)
Hizo desaparecer los lugares altos, rompió las piedras conmemorativas, taló el poste sagrado e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta esos días los israelitas le quemaban incienso; se la llamaba Nejustán. (II Reyes 18, 4)
Seguramente, tú me dirás: ‘Nosotros confiamos en el Señor, nuestro Dios’. Pero ¿no fue acaso Ezequías el que suprimió todos los lugares altos y los altares dedicados a él, diciendo a la gente de Judá y de Jerusalén: ‘Sólo delante de este altar, en Jerusalén, ustedes deberán postrarse’? (II Reyes 18, 22)
Por medio de tus mensajeros has insultado al Señor, y has dicho: ‘Con mis numerosos carros escalé la cima de las montañas, los rincones inaccesibles del Líbano. Talé sus cedros más altos, sus mejores cipreses; llegué hasta su último extremo, hasta lo más espeso de su bosque. (II Reyes 19, 23)