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Los animales sacrificados, cuya sangre es llevada al Santuariopor el Sumo Sacerdote para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento. (Hebreos 13, 11)
Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar levantadas y agitadas por el viento. (Santiago 1, 6)
Ustedes llevaron en este mundo una vida de lujo y de placer, y se han cebado a sí mismos para el día de la matanza. (Santiago 5, 5)
Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu. (I Pedro 3, 18)
Pero si sufre por ser cristiano, que no se avergüence y glorifique a Dios por llevar ese nombre. (I Pedro 4, 16)
Llevados por la ambición, y valiéndose de palabras engañosas, ellos se aprovecharán de ustedes. Pero hace mucho que el juicio los amenaza y la perdición los acecha. (II Pedro 2, 3)
sobre todo, a los que, llevados por sus malos deseos, corren detrás de los placeres carnales y desprecian la Soberanía. Estos hombres audaces y arrogantes no tienen miedo de blasfemar contra los ángeles caídos, (II Pedro 2, 10)
Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. (II Pedro 3, 13)
El que ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida. Me refiero a los que cometen pecados que no conducen a la muerte, porque hay un pecado que lleva a la muerte; por este no les pido que oren. (I Juan 5, 16)
Aunque toda maldad es pecado, no todo pecado lleva a la muerte. (I Juan 5, 17)
Ellos manchan las comidas fraternales, porque se dejan llevar de la glotonería sin ninguna vergüenza y sólo tratan de satisfacerse a sí mismos. Son nubes sin agua llevadas por el viento, árboles otoñales sin frutos, doblemente muertos y arrancados de raíz; (Judas 1, 12)
Haré que el vencedor sea una columna en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí. Y sobre él escribiré el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios -la nueva Jerusalén que desciende del cielo y viene de Dios- y también mi nombre nuevo". (Apocalipsis 3, 12)