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Cuando el sacerdote Pinjás, los jefes de la comunidad y los jefes de los clanes de Israel escucharon las palabras que les dijeron los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés, quedaron conformes. (Josué 22, 30)
los israelitas quedaron conformes, bendijeron al Señor, y ya no pensaron más en hacerles la guerra ni en asolar el país donde habitaban los rubenitas y los gaditas. (Josué 22, 33)
Jefté los derrotó, desde Aroer hasta cerca de Minit -eran en total veinte ciudades- y hasta Abel Queramím. Les infligió una gran derrota, y así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas. (Jueces 11, 33)
Por eso los danitas enviaron a cinco hombres de sus clanes, hombres valientes de Sorá y Estaol, para recorrer y explorar el país. "Vayan a explorar el país", les dijeron. Los hombres llegaron a la montaña de Efraím, hasta la casa de Micá, y se quedaron allí a pasar la noche. (Jueces 18, 2)
Así, todos los hombres de Israel quedaron unidos como un solo hombre contra aquella ciudad. (Jueces 20, 11)
A la mañana siguiente, Saúl dividió al pueblo en tres grupos. Ellos irrumpieron en medio del campo en la vigilia de la mañana, y batieron a los amonitas hasta la hora de más calor. Los sobrevivientes se dispersaron de tal manera que no quedaron dos hombres juntos. (I Samuel 11, 11)
El pánico cundió en el campamento, en la campaña y entre todo el pueblo; la guarnición y el cuerpo de asalto también quedaron aterrorizados. Tembló la tierra, y reinó el terror de Dios. (I Samuel 14, 15)
Saúl y todo Israel, al oír estas palabras del filisteo, quedaron espantados y sintieron un gran temor. (I Samuel 17, 11)
Luego los llevó a la presencia del rey de Moab, y ellos se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio. (I Samuel 22, 4)
Los jóvenes fueron a decir a Nabal todas estas cosas de parte de David, y se quedaron esperando. (I Samuel 25, 9)
Entonces David dijo a sus hombres: "Que cada uno se ciña su espada". Ellos se ciñeron cada uno su espada, y también David se ciñó la suya. Luego, unos cuatrocientos hombres subieron detrás de David, y los otros doscientos se quedaron con el equipaje. (I Samuel 25, 13)
David y sus hombres se quedaron con Aquís, en Gat, cada uno con su familia, y David, con sus dos mujeres: Ajinóam, de Izreel, y Abigail, la esposa de Nabal, el de Carmel. (I Samuel 27, 3)