Trouvé 264 Résultats pour: descendientes de Jafet

  • Yo elijo a tus hermanos -los descendientes de Leví- entre todos los israelitas: ellos han sido puestos a disposición de ustedes, como dedicados al Señor, para prestar servicios en la Carpa del Encuentro. (Números 18, 6)

  • envió unos mensajeros a Balaam, hijo de Beor -que vivía en Petor, junto al Éufrates, en el país de los descendientes de Amav- para que le hicieran esta invitación: "Un pueblo que salió de Egipto y cubrió toda la tierra se ha establecido frente a mí. (Números 22, 5)

  • Los clanes de los descendientes de Rubén, el primogénito de Israel, fueron: de Janoc, el clan de los janoquitas; de Palú, el clan de los paluitas; (Números 26, 5)

  • Los clanes de los descendientes de Simeón fueron: de Nemuel, el clan de los nemuelitas; de Iamín, el clan de los iaminitas; de laquín, el clan de los iaquinitas; (Números 26, 12)

  • Los clanes de los descendientes de Gad fueron: de Sefón, el clan de los sefonitas; de Jaguí, el clan de los jaguitas; de Suní, el clan de los sunitas; (Números 26, 15)

  • Los clanes de los descendientes de Judá fueron: de Selá, el clan de los selaítas; de Péres, el clan de los peresitas; de Séraj, el clan de los serajitas. (Números 26, 20)

  • Los descendientes de Péres fueron: de Jesrón, el clan de los jesronitas; de Jamul, el clan de los jamulitas. (Números 26, 21)

  • Estos eran los descendientes de Judá, según el censo: 76.500 hombres. (Números 26, 22)

  • Los clanes de los descendientes de Zabulón fueron: de Séred, el clan de los sereditas; de Elón, el clan de los elonitas; de Iajlel, el clan de los iajlelitas. (Números 26, 26)

  • Los descendientes de José fueron Manasés y Efraím con sus clanes. (Números 26, 28)

  • Los descendientes de Manasés fueron: de Maquir, el clan de los maquiritas -Maquir fue padre de Galaad-. De Galaad, el clan de los galaaditas. (Números 26, 29)

  • Los descendientes de Galaad fueron: de lézer, el clan de los iezeritas; de Jélec, el clan de los jelequitas; (Números 26, 30)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina