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Pero cuando Sambalat, el joronita, y Tobías, el esclavo amonita, se enteraron de mi llegada, se disgustaron mucho de que alguien viniera a prestar ayuda a los israelitas. (Nehemías 2, 10)
Cuando Sambalat, el joronita, Tobías, el esclavo amonita, y Guésem, el árabe, se enteraron de esto, se burlaron de nosotros y nos despreciaron, diciendo: "¿Qué están haciendo? ¿Se van a rebelar contra el rey?". (Nehemías 2, 19)
Y Tobías, el amonita, que estaba a su lado, añadió: "¡Déjalos que construyan! ¡Bastará que suba un zorro para hacer que se desmoronen sus murallas de piedra!". (Nehemías 3, 35)
Cuando Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los asdoditas se enteraron de que progresaba la reparación de las murallas de Jerusalén -porque comenzaban a cerrarse las brechas- se enfurecieron, (Nehemías 4, 1)
Cuando Sambalat, Tobías, Guésem, el árabe, y los demás enemigos nuestros supieron que yo había reconstruido las murallas y que no quedaba en ellas ninguna brecha -aunque hasta entonces no había colocado las hojas de las puertas- (Nehemías 6, 1)
Yo había reconocido, en efecto, que no era Dios el que lo había enviado: si había pronunciado esa profecía acerca de mí, era porque lo había enviado Tobías. (Nehemías 6, 12)
Acuérdate, Dios mío, de Tobías, por lo que hizo, y también de Noadías, la profetisa, y de todos los demás profetas que trataban de intimidarme. (Nehemías 6, 14)
Aun en aquellos días, algunos notables de Judá se carteaban frecuentemente con Tobías, (Nehemías 6, 17)
Ellos hablaban bien de él en mi presencia y le transmitían mis palabras. Tobías, por su parte, enviaba cartas para intimidarme. (Nehemías 6, 19)
los hijos de Delaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 642. (Nehemías 7, 62)
Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está ante la puerta del Agua. Entonces dijeron a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que el Señor había dado a Israel. (Nehemías 8, 1)
Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley. (Nehemías 8, 3)